Cambio positivo a través del turismo positivo

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En la isla caribeña La Española se libra una batalla silenciosa, pero crucial: la de la supervivencia de los ecosistemas marinos. Y de forma crítica la de los arrecifes de coral, que languidecen; y la salvación de los manglares, que retroceden acosados por la polución, el calentamiento global y episodios naturales e infecciones cuyas causas reales aún desconoce la ciencia. A la cabeza de esta cruzada medioambiental, de esta acción corporativa climática, el Grupo español Iberostar, que decidió actuar hace años con proyectos reales, de impacto, que se pueden medir, y que se pueden comprobar, por ejemplo, en su gran complejo hostelero de Punta Cana. Su iniciativa 'Wave of Change' supone mucho más que una campaña de marketing verde: es una estrategia empresarial ambiciosa y pionera que pretende reconciliar turismo y conservación, lujo y sostenibilidad, naturaleza y empleo de calidad, circularidad y eficiencia, y la gran batalla contra los residuos plásticos y la contaminación. Es imposible encontrar si quiera un elemento plástico de un solo uso en un complejo que alberga cada año a decenas de miles de turistas. Lo que comenzó como una misión para eliminar los plásticos de un solo uso, con un programa piloto en el complejo Bávaro, se ha convertido en un movimiento de gran alcance que se esfuerza por la neutralidad de carbono y la eliminación de residuos en los vertederos, apoya las prácticas de pesca sostenibles y restaura los ecosistemas costeros. En el corazón de esta revolución verde y azul está el Coral Lab, un laboratorio de restauración coralina establecido dentro del complejo Iberostar Selection Bávaro . Inaugurado tal fecha como hoy, el 8 de junio de 2022 —Día Mundial de los Océanos—, el centro [que ya se ha ampliado a ocho laboratorios de investigación en todo el Caribe] es dirigido por la bióloga marina Macarena Blanco Pimentel (la madrileña que susurra a los corales), cuyo trabajo ha convertido este pequeño centro en un referente en la lucha contra el deterioro de los arrecifes en las islas caribeñas. La recuperación de la diversidad genética y la tolerancia térmica de los corales para mejorar la resiliencia de los ecosistemas frente al cambio climático es una de las claves del trabajo de esta científica. Ha colaborado en estudios que exploran cómo la diversidad genética y la capacidad de adaptación al calor pueden influir en la eficacia de las iniciativas de restauración. El Coral Lab no es un espacio cerrado. Los huéspedes pueden visitarlo, aprender sobre los corales, interactuar con los científicos y, sobre todo, comprender la fragilidad del ecosistema que sustenta sus vacaciones y que si bien ocupan menos del 1% del suelo oceánico, albergan más del 25% de toda la biodiversidad marina, y buena parte de la insultante belleza de los fondos los corales formadores de arrecifes, que necesitan luz solar para la fotosíntesis —y funcionar como grandes sumideros naturales de carbono—, y se suelen encontrar en aguas tropicales y subtropicales, entre los 35° de latitud norte y los 35° de latitud sur: Seycheles, Filipinas, Australia, Belice, Galápagos, Indonesia, Caribe, Mar Rojo… Estos importantes ecosistemas proveen de diversos servicios eco-sistémicos a la población local, al proporcionar un hábitat para los peces y otras especies de interés comercial, pero sobre todo ambiental. La reproducción sexual de los corales en laboratorio se ha logrado principalmente mediante la inducción de la liberación de gametos (espermatozoides y óvulos), seguida de la fertilización controlada y el cultivo de larvas. En condiciones naturales, muchos corales liberan sus gametos simultáneamente en eventos conocidos como «desoves masivos», sincronizados por señales ambientales como la temperatura, la luz lunar y la fase lunar. Replicar estas condiciones en laboratorio requiere precisión y monitoreo constante, explica Macarena Blanco, quien nos ilustra, a pie de las bañeras con agua prístina que albergan a los pequeños corales en desarrollo, que el método que mejor resultados está ofreciendo es la fragmentación controlada, es decir, la reproducción asexual. Consiste en cortar fragmentos pequeños de corales adultos, que son luego cultivados en acuarios o viveros marinos hasta que crecen lo suficiente para ser reimplantados en los arrecifes dañados. Este método es relativamente sencillo y permite producir grandes cantidades de corales genéticamente idénticos (más resistentes al aumento de la temperatura del agua y a las enfermedades) en poco tiempo, insertándolos en unas pequeñas bases de cemento (como paletas de acuarela) que son implantadas en el fondo marino por los propios científicos de Coral Lab. Otra técnica asexual es el cultivo de pólipos a partir de tejido coralino, en el que pequeños fragmentos de tejido se inducen a formar nuevos pólipos en placas especiales o sustratos artificiales. Estos pólipos luego forman colonias completas. Este método es útil para estudios genéticos y para producir corales en masa para restauración, aunque el crecimiento es más lento que en la fragmentación directa. El Coral Lab fue concebido como respuesta a la devastadora enfermedad de pérdida de tejido del coral pedregoso (SCTLD), que ha diezmado colonias enteras en el Caribe. Con 10 especies distintas y más de 180 corales individuales en sus tanques, el laboratorio anexo al maravilloso complejo se suites inividuales a pie de playa Iberostar Selection Coral Bávaro trabaja además como un banco genético, un vivero experimental y un centro de formación. Equipado con sistemas avanzados de simulación marina, permite estudiar la resistencia de los corales al aumento de temperatura y otros factores de estrés climático. «Buscamos identificar y cultivar cepas resistentes al calor, capaces de sobrevivir al escenario climático que se avecina», explica Macarena Blanco: «No se trata solo de repoblar, sino de regenerar un ecosistema capaz de adaptarse». Los corales cultivados en el laboratorio se trasladan también a viveros submarinos y, eventualmente, a los arrecifes naturales. Ya se han instalado estructuras en zonas como Bayahíbe y Puerto Plata, en colaboración con el gobierno dominicano y ONGs locales. El objetivo: repoblar, diversificar y así, proteger el hábitat de miles de especies marinas. Coral Lab trabaja además el desarrollo de probióticos para incrementar la resiliencia coralina y en el uso de organismos herbívoros y algas beneficiosas para el cultivo de corales. Como complemento para los pequeños viajeros, el programa infantil Star Camp incluye talleres de conservación marina, enseñando a las futuras generaciones a valorar y proteger los océanos. Este enfoque participativo busca crear un vínculo emocional entre el visitante y el entorno, transformando la experiencia turística en una oportunidad para el cambio y para la recuperación y desarrollo de las comunidades locales. La enfermedad de pérdida de tejido de los corales pétreos (SCTLD) afecta a más de 22 especies de corales duros en el Caribe. Ha causado daños significativos a los arrecifes de coral en Florida y en todo el Caribe, cuyos esqueletos rígidos de carbonato de calcio se forman debido al crecimiento, deposición y consolidación de los corales formadores de arrecifes y algas coralinas. Según datos de Coral Reef Alliance, una de las mayores ONG mundiales dedicada exclusivamente a la protección de los arrecifes de coral, que lleva casi 30 años utilizando la ciencia más avanzada, se ha confirmado la perniciosa influencia del aumento de las temperaturas en el desarrollo de ésta y otras enfermedades coralinas. A su vez, el temido blanqueamiento (whitening) es una respuesta general de estrés de los corales (son muy delicados) y puede estar causado por múltiples cambios ambientales, como temperaturas superficiales del mar altas o bajas, entrada de agua dulce, exceso de luz solar, contaminación y mareas bajas. Los episodios de blanqueamiento masivo de corales (que abarcan cientos o miles de kilómetros según las regiones) suelen estar asociados a un estrés térmico grave o prolongado, incluidas las olas de calor marinas, y cuya frecuencia está aumentando debido al calentamiento global, que representa una amenaza directa para los arrecifes, tal y como viene advirtiendo el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), el organismo más reconocido internacionalmente en la evaluación científica del cambio climático. Pero los corales no son los únicos protagonistas de esta historia. Iberostar también ha emprendido una ambiciosa campaña de restauración de manglares, esos bosques playeros olvidados que desempeñan un papel crucial en la protección de las costas, la defensa ante la erosión, vitales en la captura de carbono y la crianza de todo tipo de especies animales. «En el complejo de Bávaro, hemos restaurado ya más de 10.000 m² de manglar, plantando más de 1.500 ejemplares de mangle rojo y gris. Además de reforzar la costa frente a huracanes y tormentas —cada vez más intensos debido al cambio climático—, estos manglares absorben hasta diez veces más CO₂ que los bosques tropicales terrestres, convirtiéndose en una pieza clave del plan de Iberostar para alcanzar la neutralidad de carbono en 2030», explica Luz Lantigua, mientras recorremos el vergel en el que el grupo español está convirtiendo los territorios anexos a sus siete hoteles en el resort: «Este enfoque integrador, que une ciencia, conservación y acción climática, ha posicionado a Iberostar como referencia turismo regenerativo. No solo se minimiza el impacto ambiental, sino que se trabaja activamente en restaurar lo que ya ha sido dañado». El reverdecimiento sostenible de los jardines del complejo es otra de las prioridades estratégicas. Samantha Mercado, coordinadora de Soluciones Basadas en la Naturaleza en República Dominicana, explica que el protocolo de regreening del complejo se basa en la erradicación de especies invasoras dentro de sus propiedades, el fomento de especies nativas (autóctonas) y endémicas, la sustitución de las coberturas de césped por tipos de vegetación más sostenible. Todo esto forma parte del ambicioso movimiento Wave of Change, lanzado en 2017 bajo el liderazgo de Gloria Fluxà, vicepresidenta ejecutiva y de sostenibilidad de un grupo que cuenta con 100 hoteles en 16 países. «Iberostar Wave of Change es un movimiento que impulsa transformaciones dentro y fuera de nuestros hoteles», nos explica Luz Lantigua, gerente de Sostenibilidad Wave of Change de República Dominicana, Aruba, Cuba y Perú: «Buscamos un modelo de negocio responsable, centrado en el bienestar de las personas y la protección del entorno natural. Apostamos por el desarrollo de nuestros empleados, apoyamos a las comunidades locales y trabajamos por conservar los ecosistemas costeros de nuestros destinos». Según Lantigua, esta iniciativa se basa en la ciencia y los datos para diseñar estrategias innovadoras, de la mano de expertos y en alianza con actores clave del sector público, privado y académico. «Pero nuestra visión se extiende a través de siete áreas de acción, no solo en la naturaleza, sino que también incluye nuestro enfoque en los empleados, nuestro apoyo a las comunidades locales y nuestra ambición de fomentar un futuro positivo para todos. Nuestra estrategia se basa en la innovación y los datos, aprovechando el pensamiento creativo y las soluciones pioneras», añade. El concepto de Destination Stewardship se refiere a la gestión responsable y regenerativa de los destinos turísticos. Iberostar lo define como el compromiso de proteger y revitalizar los lugares donde opera, trabajando en alianza con comunidades, gobiernos y otras partes interesadas. Esta visión se materializa en la creación de «hojas de ruta» específicas para cada destino, que guían la implementación de estrategias sostenibles y regenerativas. En Punta Cana, esta hoja de ruta se adapta a las particularidades del entorno local, incluyendo su biodiversidad, cultura y necesidades socioeconómicas. «El movimiento Destination Stewardship de Iberostar en Punta Cana es una iniciativa integral que busca transformar el turismo en una herramienta de regeneración ambiental y social—explica su responsable en el complejo de Punta Cana, José Castillo—. En lugar de limitarnos mitigar impactos negativos, promovemos un modelo de turismo regenerativo que revitaliza los ecosistemas y las comunidades locales. ¿Son estos complejos proyectos una excepción o el futuro inevitable de la industria hostelera? En un mundo donde el cambio climático y la pérdida de biodiversidad son amenazas existenciales, el modelo de Iberostar parece estar un paso adelante: «No se trata solo de compensar, sino de regenerar. No solo de reducir impactos, sino de ser parte activa de la solución, en colaboración con nuestros huéspedes, nuestros trabajadores y toda la cadena de suministro», añade Samantha Mercado, quien afirma que «el turismo no tiene por qué ser enemigo del medioambiente». Puede, si se lo propone, ser un firme aliado.