Cuando, el pasado mes de diciembre, hace justo seis meses, Taher pudo volver tras 10 años de ausencia a su Alepo natal, el hombre de mediana edad encontró su ciudad sucia, negra, deprimida y pobre. El lugar, que antes había sido la ciudad más grande, más bulliciosa y más rica de Siria, ahora era un mar de dejadez, pobreza y contaminación, con infinitas colas para conseguir algo de pan, de mala calidad, y gasolina, de aún más dudosa procedencia.Seguir leyendo....