Poco antes de que den las 14 de la tarde, Sergio Toribio consigue apartarse a una zona tranquila de la estación de Sants, en Barcelona, para responder al teléfono. "Vaya día", pronuncia nada más descolgar. Lleva horas atendiendo a los medios. Prácticamente desde que consiguió aterrizar en la ciudad y Mario, un bombero al que hasta este martes no conocía de nada, se presentó en El Prat para recogerlo y prestarle el móvil. "Ya le tengo como un amigo para siempre", confiesa entre risas. Han sido más de 24 horas de periplo. Primero, el ejército israelí asaltó la Flotilla de la Libertad en la que viajaba con otros once activistas. Después, fue trasladado con todos ellos a puerto. De allí, llevado al aeropuerto. Metido en una sala. Interrogado tantas veces que llegó a perder la cuenta. Hasta que pudo subir al avión y pisar el suelo de Barcelona. Y aun así, y pese a todo, es claro: "Sí, lo volvería a hacer".El vídeo del riojano se publicó a las 3.32 de la madrugada del lunes a través de X. "Si ven este video, estamos siendo interceptados y secuestrados en aguas internacionales por las fuerzas de ocupación israelíes", decía a cámara. Junto a él, otros tantos vídeos como compañeros viajaban a bordo del Madleen. Apenas acababa de comenzar su noveno día de travesía hacia Gaza, un camino que emprendieron con el convencimiento —y la amenaza de Israel— de que no llegarían a completar. "Sabíamos que, como mínimo, ocurriría lo que ha ocurrido", explica. Por eso iban preparados. Sabían cómo colocarse cuando fueran interceptados. Quién se encargaría de qué. Y, sobre todo, que debían mantener la calma y, bajo ningún concepto, mostrar algún tipo de agresividad. "Aunque a veces se pierda, lo que estaba claro es que teníamos que mantener la calma", recuerda. Es en la experiencia en lo que basa sus palabras. En 17 años de actividad y casi 40 misiones, sólo tres han logrado el objetivo de alcanzar la costa de la Franja de Gaza para tratar de romper el bloqueo que Israel impone al territorio. Ocurrió en verano de 2008, nunca más. En 2010, de hecho, el asalto israelí al Mavi Marmara se saldó con al menos nueve activistas muertos y 56 heridos, según las cifras oficiales. Por eso Sergio habla de que lo que le ha ocurrido a su tripulación ha sido "lo mínimo" que podía pasar. Aun así, no dudó. A sus 49 años, lleva desde los 38 haciendo activismo. Mecánico de profesión, explica, siempre ha tratado de aplicar sus conocimientos a distintos buques de diferentes ONG. En esta ocasión, aunque se embarcó de tripulante raso, lo hizo igual. Sobre todo por el objetivo del barco. "Algo hay que hacer ante lo que está pasando, ¿no? Estamos viendo un genocidio en toda regla", critica. Recuerda cómo ha pasado las últimas horas suspirando. Fundamentalmente porque ha sido largo. Pasada la 1 de la madrugada del lunes, estando de guardia, avistó unas luces azules. "Cuando veo iluminación de ese color, ya me parece que hay peligro", bromea. A los pocos minutos, varios drones. Después, un audio en inglés. "Decía algo así como que nos iban a abordar, que mantuviésemos la calma, que levantásemos las manos y que no nos dañarían", cuenta. Contó hasta doce militares los que llegaron a estar en el Madleen. Y entonces emprendieron la marcha. Previamente, todos los objetos electrónicos fueron tirados por la borda. Excepto su móvil. Previsor, Sergio lo dejó en Catania para que, antes que él, llegara a su casa de Logroño. Por eso habla desde el de Mario. Fue entonces cuando se asustó. Sobre todo de los militares más jóvenes. El trato fue cordial, señala, pero al final lo que estaba viviendo, denuncia sin rodeos, era un "secuestro". "Nos asaltaron, nos secuestraron y nos robaron la dignidad", lamenta. Una vez llegaron al puerto de Ashdod, en Tel Aviv, pasaron a manos de la policía. Y de allí al aeropuerto. Era ya la madrugada del martes. "Los pasajeros del yate selfie llegaron al aeropuerto Ben Gurion para dejar Israel y volver a sus países de origen", informó el Ministerio de Exteriores del Gobierno de Benjamin Netanyahu a través de X. "Se espera que algunos de los pasajeros se vayan en las próximas horas. Aquellos que se nieguen a firmar los documentos de deportación y dejar Israel serán llevados frente a la autoridad judicial, según dicta la ley israelí, para autorizar las deportaciones", añadió la institución.Sergio, aconsejado por su abogada, escogió la primera opción. "Firmé porque yo ni siquiera quería entrar en Israel. Yo lo que quería era ir a Gaza. Fueron ellos los que me obligaron a estar ahí", lamenta. Junto a él, lo hicieron otros tres, entre ellos la sueca Greta Thunberg. Los restantes, en cambio, se negaron a firmar los papeles para ser expulsados y pasarán este miércoles por el Tribunal de Revisión de Detenciones por Inmigración para que decida sobre su salida del país.En cualquier caso, y según explicó a infoLibre Jaime Rodrigo de Larrucea, doctor en Derecho Marítimo, ninguno de los activistas ha cometido ninguna ilegalidad. Al contrario. "Lo que es ilegal es lo que ha hecho Israel", sentenció. En concreto, el Gobierno de Netanyahu vulneró dos legislaciones internacionales: la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 y la Convención de Ginebra de 1949. La primera porque porque el asalto llevó a cabo en aguas donde Israel no tiene ninguna jurisdicción; la segunda, porque el buque sólo cargaba material humanitario.El pasado 2 de marzo, Israel lanzó un bloqueo total a la entrada de ayuda humanitaria a Gaza, que concluyó el pasado 19 de mayo con la entrada de algunos camiones cargados, mayoritariamente, con harina y otros alimentos. Sin embargo, las organizaciones internacionales denuncian que la ayuda que ha accedido a Gaza desde entonces es muy insuficiente para abastecer a una población de 2,1 millones de personas que llevaban sometidas a la privación de alimentos casi tres meses. Según ha denunciado la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay ya medio millón de gazatíes que están al borde de la hambruna. 57 han muerto ya a causa de la desnutrición. Por ello, y con el mismo objetivo que la Flotilla, más de 3.000 activistas de cerca de 50 países saldrán este jueves desde El Cairo hasta Rafah, en la frontera de Egipto con Israel, en lo que han bautizado como "marcha global a Gaza", un "movimiento cívico, apolítico e independiente". Y Sergio querrá estar. Lo que no sabe es si podrá.Cuelga poco antes de que su tren con destino Zaragoza, donde hará una parada para continuar hasta Logroño, emprenda su camino. Allí, y una vez recupere su móvil, si es que lo hace, lo valorará. Por ahora se siente satisfecho. Y con la calma que produce la sensación del deber cumplido.