Andrés de Jerez, te camelo

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Con profunda tristeza y sincera gratitud escribo estas líneas para recordar a nuestro querido Andrés de Jerez, un cantaor que brillaba no solo por su arte, sino sobre todo por su inmensa calidad humana. Andrés era un hombre alegre, cariñoso y vulnerable, capaz de llorar –y de emocionarnos– en los momentos más sencillos y auténticos de la vida.Lloró cuando le conté que iba a ser padre, y lo volvió a hacer al ver a mi hijo por primera vez; lloró con la misma intensidad cuando reñíamos y también cuando nos reconciliábamos, siempre sin rencores como hombre humilde. Su llanto no era signo de debilidad, sino expresión de una autenticidad y un corazón abiertos al amor y al vínculo humano.Dos temas en su vida: el cante flamenco y el amorEn su conversación cotidiana, solo había dos temas que ocupaban su alma: el cante flamenco y el amor. Sentía un amor profundo por la gente que lo rodeaba, y se enorgullecía del cariño que la gente le profesaba a él. “Te camelo”, decía, y él lo encarnaba en cada abrazo, en cada aplauso, en cada gesto.Cuando la enfermedad se hizo presente en los últimos meses, nos enseñó una lección de valentía. Se compró un traje negro—algo para cantar con nuestros amigos de Califato ¾—un traje negro que, en circunstancias normales, nunca habría usado. Ese hecho escondía algo. Y así, con ese pequeño gesto, puso su risa y su humor por delante, incluso mientras preparaba su propio entierro, bromeando con los amigos entre los pasillos del hospital.Esa mezcla de fuerza y ternura, de llanto y broma, de arte y humanidad, es el legado que nos deja Andrés. Porque enfrentó la muerte con la misma pasión con la que vivió la vida: con la garganta encendida, el corazón expuesto y los ojos llenos de amor. Eso y mil fandangos y mil siguiriyas por los rincones de Jerez. Por eso, hoy le rendimos homenaje aquí su gente: por el cantaor que hizo vibrar las noches de Jerez, por el amigo que nos enseñó a sentir sin tapujos, por la persona que nunca ocultó su vulnerabilidad y nos regaló su verdad. Descansa en paz, Andrés. Tu ser perdura, y tu espíritu amoroso nos acompañará siempre.— Un compañero, amigo y admirador.