'Requiem' sobrecogedor

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Suponemos que la colaboración con el Festival Internacional de Música y Danza de Granada ha permitido finalmente contar con este concierto (no estaba en la programación de la temporada), acompañados un día más por un calor sofocante, lo que de paso podría explicar que no se vendieran todas las entradas. La última vez que oímos este ' Requiem ' en directo fue a la ROSS con Halffter hace 13 años, y ahora volvía porque sencillamente a veces las cosas llegan, como le llegó al mismo a Verdi el sentimiento tras la muerte de Rossini , cuyo horizonte se amplió por el fallecimiento posterior Alessandro Manzoni , un poeta al que Verdi admiraba más que a cualquier otro artista. Como la fe del poeta, que este impacto permite que se dude de ese particular catolicismo, cuando no agnosticismo , aquí parece compartir su duda con nosotros, al igual que su perspectiva de una obra con una religiosidad que pudiera parecer profana, en tanto que a veces suena a ópera… próxima al creyente en la hora de la muerte.. Hay muchos momentos en la obra que hacen emerger ambos sentimientos, pero tal vez potenciados y seducidos por la imponente voz de la soprano Federica Lombardi , acompañada sólo por el coro. En 'Libera me' , conseguían este culmen de la irresolución hasta dejarla en irrelevante, a favor simplemente de un sentimiento puro, verdadero, sin etiquetas . Electrizante. Lo cierto es que la primera impresión fue que Harding seguía el esquema de la grandiosa versión de Barenboim para la Scala , no sólo por su habitual enfrentamiento de violines y cambio de los segundos y violas por chelos y contrabajos, sino sobre todo porque mantenía aquella infausta costumbre de muchos directores (no en la citada del argentino de 2012) de relegar a los solistas junto al coro, detrás de la gran orquesta : con ello se necesita un cuarteto de voces enormes (que lo hubo), tal vez a costa de forzarlas hasta la extenuación. Lombardi, apenas empezado el 'Introito' , en frío, ya marcó diferencias elevando sy voz al Si bemol; más tarde volveríamos a escuchar otro pasaje que cierra el 'Lacrimosa' , al que nos referíamos al principio. Pero no son sólo los agudos, es su claridad de dicción, su infinito 'fiato', su elegante fraseo y su potencia, que logró sobreponerse a coro y orquesta.. En 'Salva me' sorteó extraordinariamente los amplios saltos interválicos que se presentan, a modo de grito desesperado de súplica. La importancia de la mezzo es providencial, y la de Teresa Romano lo es, ya que la ampara la fuerza, la carnosidad de su registro, e incluso la morbidez, como ya advertimos desde el principio en 'Liber scriptus' . La distancia del público sobre su registro oscuro podía haberla engullido; sin embargo, sus hermosos pasajes 'a solo', como sus dúos con la soprano estuvieron llenos de emoción, a pesar del distinto color de sus voces. Emocionante el ' Recordare' y el inicio del 'Lacrimosa' . El primero que nos sorprendió por su imprescindible volumen fue el tenor Francesco Demuro , que fuera recientemente Don Ruiz Padilla en 'María Padilla' . A pesar de su menudez, una voz generosa, bien timbrada, rica en matices hasta el punto de imponerse por su volumen, pero de pronto dejarla caer en finales de frase acariciadores, lidiando con excelente técnica la zona de paso. Recordamos el ' Ingemisco' por ejemplo, y ese agudo cuyo color nos pudiera recordar al mejor Pavarotti , a pesar de la distancia de sus físicos. Por último, Giorgi Manoshvili quizá fuera la voz menos regular, pero su fuerza, su claridad, su registro bien torneado o sus graves corpulentos sin engolar, aportaban la dosis de sobrecogimiento o serenidad, como en 'Confutatis' . Magnífico el coro y la orquesta , de un gran colorido, con una cuerda sublime, tanto en la sedosidad como en las asperezas, tanto como el vigor de los metales, esta vez sí contando con un cimbasso (sustituyendo al oficleido ), o las maderas, de las que sobresalieron los fagotes, especialmente el que acompañó al trío (ellas y el tenor) en 'Quid sum miser...' . Pasado el sofoco de la ubicación de solistas, Harding supo conducir maravillosamente hasta al público, anticipándose a él al mover las 'piezas' antes que los aplaudóforos juntasen las palmas. Conoce muy bien la obra y sabe sacar todo el jugo a la orquesta, en una obra donde el texto es fundamental. Aunque puede llegar a ser contundente, no es amigo de tales desafueros, si no son necesarios; en cambio, nos atrapa con suavidad etérea de sus finales, como el del Ofertorio, Quam olim Abrahæ, cuya caída semejaba la de un pañuelo de gasa. Casi se nos pasa desapercibida una pequeña exposición de vinilos sobre la 'Novena' de Beethoven en las terrazas del Maestranza , a cargo del profesor y musicólogo José Mendoza Ponce . En una se incardina la obra en su tiempo y en otra se nos permite un seguimiento gráfico de la obra de forma muy intuitiva.