Amaño y autoría intelectual

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El sistema clientelar con que el PSOE de Andalucía logró perpetuarse en el poder regional durante casi cuatro décadas no solo pervirtió la praxis democrática de una autonomía condenada a sobrevivir a través del intercambio de favores, laborales y políticos, sino que se instaló en el propio cuerpo del partido. La más que presunta manipulación de las primarias socialistas que encumbraron a Juan Espadas, el elegido por Ferraz, a costa de Susana Díaz calcó la mecánica de los enchufes que afloraron en los casos de corrupción que salpican la historia del socialismo andaluz, de los ERE fraudulentos, hechos a la medida de la gran familia del PSOE, a los contratos de la Faffe: votos a cambio de un puesto de trabajo. Como hoy revela ABC, la campaña de derribo contra Susana Díaz comenzó nueve meses antes de las elecciones primarias que, según el guión de Pedro Sánchez, terminó ganando Juan Espadas, cuya esposa aparece en uno de los informes de la UCO como beneficiaria de las colocaciones de la Faffe. Mientras se van conociendo nuevos casos de compra de votos para desplazar a Díaz, ABC se hace hoy eco de la grabación de una alta fontanera socialista que, implicada en el pucherazo interno orquestado desde Ferraz y ejecutado por Santos Cerdán, llegó a reconocer que contra la expresidenta andaluza les servía incluso «hasta Periquito el de los palotes». La excelencia y los méritos políticos no fueron precisamente los valores que determinaron la elección de Juan Espadas, designado por la maquinaria de Ferraz para poner fin a la carrera política de quien había desafiado a Pedro Sánchez al aspirar al liderazgo nacional del PSOE. La suerte de Susana Díaz estaba escrita mucho antes de que la militancia socialista fuera consultada. El acto de contrición y los golpes de pecho con que el secretario general socialista volvió el pasado sábado a pedir perdón a la militancia de su partido –maniobra con que responsabilizar de la corrupción a quienes ya no forman parte el PSOE, nada menos que dos exsecretarios de Organización, uno encarcelado y el otro imputado por el Tribunal Supremo– se detuvo exclusivamente en las mordidas económicas de la presunta trama dirigida por Ábalos y Cerdán y en la actividad prostibularia de la que en conversaciones privadas alardeaban estos. Ni una sola palabra dedicó Pedro Sánchez al supuesto amaño de las primarias andaluzas, también ejecutadas por su último secretario de Organización. Debió de pasar por alto el presidente del Gobierno un ejercicio de corrupción, política y de carácter interno, con grave afectación de las estructuras del partido, que no hace sino confirmar el dirigismo que ha llevado al PSOE a sacrificar en los últimos años cualquier alternativa o disidencia y apuntalar el caudillismo de Sánchez. El ajuste de cuentas personal y la neutralización de toda contestación doméstica han contribuido a impedir la regeneración necesaria en un PSOE que no existe ya sino como aparato de poder de su secretario general, que tras el último congreso socialista, el mismo del que salió Santos Cerdán como número tres, ha impuesto en todas las franquicias regionales de lo que ahora denomina su «organización» a ministros y profesionales de acreditada lealtad e indudable vasallaje. No era el caso de Susana Díaz, la mujer que apuntó a lo más alto, contra el mismo Pedro Sánchez, y fue víctima de una emboscada en la que paradójicamente se recurrió a la misma metodología, la compra de votos , que hizo de la Junta de Andalucía, aquella que un día fue suya, un régimen hereditario.