Cuando se confunde la ideología con el resentimiento

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Escucho, y leo a veces, lo que algunas personas entienden por defender posiciones políticas, que no es otra cosa que soltar la bilis, con descalificaciones personales hacia todo aquel que piensa de distinta manera, y que entienden que el no pensar como uno es ser un ignorante, por el simple hecho de no coincidir en posiciones ideológicas, que no de partido, que es muy distinto. Esa defensa, por ejemplo, que se hace a través de las redes sociales en favor de los más desfavorecidos y con toda razón, contrasta con el hacha de guerra hacia el compañero de trabajo que tienes justo a tu lado. Julio Anguita defendió siempre de forma clara y pedagógica sus posiciones desde una postura humanista y sin rencor, como otros políticos de distinto signo de su generación, y en donde el llegar a acuerdos desde planteamientos distintos era el signo inequívoco de la transición. En España, todo un catedrático de historia puede ser de una determinada forma de pensar, pero si no es lo que yo quiero que piense, se le llama por parte de algunos, ignorancia, y nos quedamos tan tranquilos, pero claro, la ignorancia es atrevida. Adolfo Suárez, Julio Anguita (que fue profesor) o Leopoldo Calvo Sotelo, pasando este último por la política de forma muy discreta, siendo presidente del gobierno entre 1981 y 1982 con la UCD, tocaba el piano y sabía varios idiomas, la formación y el humanismo de todos ellos, desde distintas posiciones, es el que debe tenerse como referente en un país tan polarizado como España, ya que desde el centro y la moderación se defiende la unidad y la pluralidad de los españoles. El problema es que hay una minoría, porque es una minoría, que la situación social, política y económica de España, le gustaría que fuera hecha a su medida, que no es otra que la de cargarse la otra España. El insulto, la descalificación y las posiciones radicales que dividen al país solo engendran odio, y los que lo promueven solo les queda el resentimiento, que a veces confunden con posiciones próximas a una ideología ortodoxa, cuando en realidad no lo es, por lo menos para la intelectualidad, pero sí para aquellos que sin tener la consideración de intelectuales ven en sus posiciones un argumento para volcar su odio y frustración. La similitud la encontramos en Galicia: Anxo Guerreiro, Camilo Nogueira, Gerardo Fernández Albor o García Sabell, entre otros, marcaron el paso de la preautonomía hacia la autonomía, con un Estatuto a la altura de una nacionalidad histórica, y sus correspondientes órganos de autogobierno, que si no es a lo mejor lo que exactamente reivindicaba Castelao, sí se le parece bastante. El galleguismo moderado de los anteriormente citados, con posiciones divergentes, así como su nivel cultural e intelectual está fuera de toda duda. Los planteamientos radicales o extremismos sazonados con odio y rencor a través de las redes sociales solo empobrecen al que alardea de ellas, porque muy a su pesar solo pueden hacer eso, alardear de ellas y, en el peor de los casos, generar más odio. Por lo tanto, no culpemos de todo a los políticos, ya que muchas veces hacen el papel que la sociedad hace en la calle, aunque deberían dar ejemplo, les va en el sueldo.