Alejandro Sanz desvela la petición que le hizo Antonio Flores antes de su muerte: "Me arrepentiré toda mi vida"

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Alejandro Sanz ha compartido una de las confesiones más personales y dolorosas de su trayectoria: no haber acudido a la última llamada de Antonio Flores, apenas un día antes de su muerte.Su relato forma parte de un reportaje especial de la revista Esquire, coordinado por Alba Flores, hija del artista fallecido, donde el intérprete de temas como Corazón partío recuerda con pesar aquella decisión. “Yo hablé el día anterior con él. Me dijo que fuera a la cabaña de El Lerele, pero no fui… Me arrepentiré toda mi vida”, admite.El cantante, estrechamente vinculado a la familia Flores, se encontraba entonces inmerso en una exigente gira de conciertos. Sin embargo, no oculta que, pese a los compromisos profesionales, hoy le resulta incomprensible no haber respondido a aquella invitación. La evocación de aquel mes de mayo le trae de vuelta emociones que aún siguen latentes: dudas, culpa y una ausencia que no se borra con el paso del tiempo.Un legado artístico profundamente admiradoMás allá del dolor, Sanz dedica palabras de profundo respeto y admiración al que considera una figura irrepetible. “Su virtud como músico eran los trazos sueltos, la belleza desnuda, la simpleza de lo verdadero”, describe. Para él, Antonio Flores era “el último mohicano, el lobo solitario, la pasión contenida y su facilidad para contar las cosas”. Un artista con una identidad inconfundible que dejó una huella indeleble en quienes compartieron su camino.El cantautor madrileño reconoce en Antonio a un referente que marcó su evolución creativa. “Su mejor virtud era ser único”, afirma, subrayando su capacidad para transformar lo cotidiano en poesía y dotar de profundidad a lo sencillo. Recuerda especialmente los momentos en los que coincidían para hacer música, donde, según sus palabras, “se generaba un ambiente casi místico, de respeto, de admiración, de disfrute de los sentidos”.Junto a la admiración por el músico, Sanz rescata también la complicidad personal que compartieron. Evoca con cariño aquellas madrugadas en las que Antonio, tras una fiesta, lo llevaba a casa en su coche. “Ahí teníamos conversaciones que atesoro como joyitas en forma de recuerdo”, confiesa, dejando entrever la intimidad de una amistad tejida más allá del escenario.