El odio, la rabia y el rencor siguen más vivos que nunca en una España arrasada por el cainismo de quienes si no son ellos los que gobiernan, España o el PSOE, son capaces de llevarse por delante lo que haga falta. Vox prendió la mecha, el PP echó más gasolina y algunos socialistas avivan el fuego de la discordia.Sánchez arranca una prórroga a sus socios y Feijóo pierde el debate (y los papeles) En el Congreso de los Diputados ya no se debate. Se grita. Se insulta. Se escuchan ataques personales. Las diferencias ya no se resuelven con la palabra, sino con una violencia verbal extrema como la que utilizó este miércoles el líder de la oposición en su peor registro. Feijóo, que ya es el más aventajado alumno de Ayuso y un émulo de Abascal, deja esta semana otra frase para la historia de esas de las que cuando pase el tiempo no se sentirá en absoluto orgulloso. Ni él ni su descendencia. Porque acusar, sin pruebas, al presidente del Gobierno de ser partícipe a título lucrativo del negocio de la prostitución son palabras mayores. Y son, sobre todo, la demostración de hasta dónde está dispuesto a llegar para la destrucción del adversario. No está solo. Tiene, además de al brazo armado de la judicatura, a una legión de digitales que le acompañan en su mezquina ofensiva para mermar la credibilidad del presidente del Gobierno en un sector del electorado –el voto femenino– en el que Sánchez se impuso a Feijóo en 2023 con más de 10 puntos de ventaja. Y no solamente. Hay un sector del socialismo que le proporciona la munición para el desgaste en una sincronía hasta ahora nunca vista con la derecha política, mediática y judicial. Repasen la prensa del jueves y verán cuántos y cuáles son los diarios que han llevado la palabra “prostíbulo” junto al nombre de Pedro Sánchez en sus titulares con el evidente propósito de ahondar en una herida por la que el PSOE se puede desangrar si se logra poner en cuestión su compromiso con el feminismo, los derechos de la mujer y el abolicionismo. Recuerden también que lo que dijo Feijóo desde la tribuna del Congreso sobre las saunas propiedad del suegro de Sánchez es material distribuido por algunos socialistas que ya intentaron destruir a Sánchez en 2014 durante las primarias que libró contra Eduardo Madina para hacerse con la secretaría general del PSOE. Las mismas verdades a medias, las mismas mentiras rotundas y la misma mezquindad de entonces, lo que demuestra aquello que decía Churchill de que los peores enemigos son los compañeros de partido. Vivimos en una España en la que los métodos para destruir al adversario, incluso acabar con el compañero del mismo partido, sobrepasan todos los límites sin respetar ni a muertos ni a vivos. No hay nada bueno ni ejemplar en esta forma de hacer política, muy ilustrativa, por otra parte, de que la regeneración ética es una de las grandes asignaturas pendientes. “Me fui de España cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido y ya no había nada que salvar, cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba”, escribió Manuel Chaves Nogales en A sangre y fuego. Chaves Nogales murió en el exilio londinense en 1944, después de que predijera que, fuera cual fuera el desenlace de la guerra civil, el país quedaría devastado, como así fue. Han pasado más de 80 años de aquello, y el odio, la rabia y el rencor siguen más vivos que nunca en una España también hoy arrasada por el cainismo de quienes si no son ellos los que gobiernan, España o el PSOE, son capaces de llevarse por delante lo que haga falta: a Pedro Sánchez, al Gobierno, al Tribunal Constitucional y la convivencia entre ciudadanos. Vox prendió la mecha, el PP echó más gasolina y algunos socialistas avivan el fuego de la discordia. El objetivo de todos ellos ya no es echar a Sánchez, sino que el presidente del Gobierno acabe en la cárcel. ¿Por una contratación eventual? ¿Por un mail? ¿Por las actividades de su suegro? El motivo da igual porque todo vale. Y el riesgo de involución es un hecho irrefutable. Esto no solo va ya de atizar el enfrentamiento, sino de un fanatismo que espanta.