He aquí, en el título, una exclamación inverosímil, al menos hoy. Tras sus desaforadas intervenciones el miércoles en el Congreso, Feijóo está más lejos de La Moncloa que anteayer.La mayoría parlamentaria no quiere que Sánchez deje de gobernar. Algunos grupos (Podemos, Junts, Coalición Canaria) se muestran más exigentes con la penitencia que han de iniciar los socialistas. Otros algo menos (ERC, Sumar, Bildu). Pero ninguno –excluidos, claro, PP y Vox– desea que Feijóo gobierne, ni sumándose a una moción de censura, ni provocando unas elecciones anticipadas. ¿Por qué? En primer lugar, porque el PP traslada una narrativa falaz sobre España, que en nada se corresponde con el país que disfrutamos. Crecimiento económico nítido, paz social, mayor cohesión territorial, índices de desarrollo humano que hacen de España uno de los mejores países del mundo, políticas progresistas del gusto de la mayoría… El Estado casi fallido, en vías de convertirse en una dictadura bolivariana, gobernado por una mafia corrupta, putera y cocainómana, es una descripción que solo encuentra terreno fértil en la extrema derecha. Si la economía fuera mal, si hubiera malestar en las empresas o bronca en las calles, si la delincuencia aumentara gravemente, si a Cataluña o a Euskadi o a Galicia, o a cualquiera otra comunidad autónoma, se la maltratara… En otras palabras, si el contexto económico fuera negativo y el país no estuviera bien gestionado, la precaria mayoría parlamentaria con que cuentan el PSOE y Sumar caería sin duda.En segundo lugar, Feijóo no gobierna porque su estrategia incendiaria asusta a buena parte del país. El encumbramiento de los hooligans Miguel Tellado y Esther Muñoz, las complicidades con Vox, las exageraciones diarias, contradicen al Feijóo supuestamente moderado que llegó a Madrid después de que Díaz Ayuso defenestrara a Pablo Casado. El presidente del PP no fue moderado nunca, en realidad, como recuerdan los reporteros que siguieron su actividad en Galicia. Llegó a la Xunta usando como mensaje de campaña el bulo del Audi de Touriño, y solo el caciquismo dominante en la región y la ausencia de una oposición contundente le permitieron exhibir su faz más amable y moderada.Desde que preside el PP, Feijóo no ha mostrado ningún síntoma de moderación. Al contrario: azuzado por su competencia externa –Vox– e interna –Ayuso–, ha disparatado mucho más que sus antecesores cuando estaban en la oposición. Aznar fue duro con Felipe y Rajoy con Zapatero; el PP nacional no conoce ni se aplicó nunca en una oposición moderada, pero lo de Feijóo ha excedido todas las precauciones. A la más alta cota del disparate (por ahora) ha llegado Feijóo esta semana acusando a Sánchez de vivir de la prostitución, ni más ni menos, a cuenta de viejos negocios del suegro fallecido del presidente.No, Feijóo no está preparado para ser presidente del Gobierno. No lo digo yo, sino la mayoría del Congreso, sede de la soberanía nacional. No lo está porque genera gran desconfianza en las fuerzas políticas con las que eventualmente tendría que negociar y articular sus decisiones como presidente. No está preparado para gobernar porque ha perdido toda posibilidad de interlocución leal con el presidente del Gobierno, una capacidad que debería haber protegido como si fuera oro. Feijóo no puede gobernar si no es capaz de seducir ni convencer a ningún grupo parlamentario que no se la extrema derecha racista, miedosa, ultracatólica y mentirosa.Y como resulta que la única opción realista que tenemos ahora es un gobierno de Feijóo o un gobierno de Sánchez, Feijóo ha perdido el miércoles una oportunidad más para proponerse al país como un buen gobernante. Nervioso, sobreexcitado, exagerado, excéntrico, el líder de la oposición fue el gran perdedor en el debate parlamentario. Si bien es cierto que en este minuto, según las encuestas, podría gobernar de sobra con el apoyo de la ultraderecha, los sondeos también constatan un estancamiento en sus apoyos electorales, que se marchan hacia Vox. Mucho se habla de la corta esperanza de vida política del presidente del Gobierno, cuyo fin inmediato se vaticina desde que empezó a gobernar hace siete años. Pero conviene recordar que Sánchez en este tiempo ha visto desfilar delante de él los ataúdes de Mariano Rajoy, de Albert Rivera y de Pablo Casado. No tengo tan claro que Feijóo, en fin, esté mucho más fuerte que Sánchez, por mucho jaleo impostado que monten los diputados del PP en sus escaños. De momento, lo más probable es que nos vayamos de vacaciones, contradiciendo a los agoreros que ya profetizaban que a septiembre el presidente no llegaba.