Aquellos primeros punkis ochenteros de crestas afiladas que desafiaban la gravedad, cargados de ferralla galvanizada en muñecas y chupas de cuero, acaso son hoy, los supervivientes, digo, pacíficos abuelos que gustan de bailar 'Los pajaritos' en la verbena del pueblo por aquello de mover el esqueleto. Cuentan que el voto punk se ha desplazado hacia Vox. No se imagina uno a esa mocedad dirigirse a pie de urna con crestas erizando el cráneo y botas militares reforzadas con puntera de acero. Pero los tiempos cambian y así están las cosas. Aquellas crestas de asesina arquitectura capilar yacen en los museos. Aquí el fósil de un lagarto jurásico, aquí las barbas de un viejo jipi que todavía cabalga sobre ese tripi... Ver Más