Cada año, cuando se aproxima diciembre, nuestro valle de la Baja Andalucía cobra una actividad inusitada: Por aquel camino de Leyenda, descienden María y José con su borriquillo, el Ángel Gabriel y la prima Isabel, el posadero ingrato, el Portal de Belén con su mula y su buey, su paja y su pesebre, el Niño-Dios naciendo, los pastores llegando con sus músicas y presentes, Melchor, Gaspar y Baltasar con sus pajes y camellos, el Oro, el Incienso y la Mirra, la adoración de todos, y las trompetas y cánticos angelicales de Gloria. Y todo ello bajo la Luz de la Estrella que ha guiado a los magos hasta el portal. Por este otro camino de la Tradición, que serpentea junto al río de Cartuja, se acercan el marinerito Ramiré, la Tarara, el Viejo Cagón, la Micaela, los tres segadores, la Marimorena, el Doctor, la Serrana, el Cura y el Curita, el Carbonero, Catalina y Concepción, el Castora, la Vieja, el maldito Calderero, la Cristiana Cautiva, el Niño Manué, el Rico Avariento, la Criada, los Peregrinitos, el Buen Rabadán y la Mulita de los Moños. Por el pequeño sendero que viene del Bosque, se van acercando a este valle la zambomba, el pandero y la pandereta, el almirez, la botella de anís vacía, el tenedor y la cuchara, la guitarra, la tinaja con su alpargata, la matraca, cascabeles, campanillas y campanas, y tras ellos Tío Luis el Cautivo y Tía María la Jaca, haciendo palmas a compás. Por el camino de la Campiña, llegan al valle jornaleros gitanos y payos, procedentes de los cortijos, y carros con vecinos de los pueblos cercanos. Y superando las aguas del Río del Olvido, navega hacia el valle la Barca de Oro de la memoria flamenca, con Manuel Torres, el Niño Gloria, la Paquera, Moraíto y Parrilla, María Pantoja y la Malena, acompañados por las señoritas Alegría y Bulería, por Doña Siguiriya, y por el viejo Padre Romance. En el centro del valle aparece una gran mesa conteniendo miel, azúcar y canela, requesón, pasas y piñones, alfajores, polvorones y tortitas , vino y anís, pestiños, rosquillas y madroños. Dejando atrás los viejos caminos de viento, agua y frío, se acercan todos al centro del valle, se saludan, se abrazan, los nuevos se presentan, toman los instrumentos y da inicio de nuevo ese baile de siglos donde todos se emparejan y entrecruzan sus músicas, sus historias y sus cantos, y al calor de las hogueras del otoño reaparecen en todo su esplendor y variedad, las Fiestas de Nochebuena de la Baja Andalucía, para celebrar con alegría que una Luz de Esperanza vuelve a nacer cada año, en diciembre, en nuestro viejo mundo.