Nadie diría que algunos jóvenes que caminan por la Gran Vía madrileña entre la cotidiana riada de turistas, junto a los carteles del musical El Rey León en el teatro Lope de Vega, son ingenieros que se traen entre manos un vértice estratégico de la innovación. Nueve plantas arriba de esa populosa calle hay un piso convertido en taller, oficina, área de diseño y laboratorio. Va a cumplir ahora cinco años de historia oficial y sus dos fundadores tienen solo 22 y 31 años de edad. En ese piso se hacen los nanosatélites de Fossa, firma que comenzó como proyecto sin ánimo de lucro y que ahora pugna entre las que ofrecen utilidades espaciales a la Seguridad del Estado. Seguir leyendo....