A veces, un solo acto de violencia puede ser la grieta que revela un abismo entero. Así ha ocurrido en Donostia, donde una denuncia por agresión sexual a una menor de edad, presentada en enero pasado, ha servido de punto de partida para desmantelar una red criminal que, durante más de dos años, ha estafado más de 55.000 euros a más de 300 personas en toda España. La Ertzaintza ha detenido a cuatro jóvenes en la comarca de Donostialdea (tres hombres de 19, 20 y 21 años, y una mujer de 21), a los que se les imputan delitos graves de estafa continuada, coacciones y pertenencia a grupo criminal organizado.Lo que al principio parecía un incidente aislado ha expuesto una maquinaria de engaño y chantaje que explotaba la vulnerabilidad de cientos en el anonimato de las plataformas digitales. Todo arrancó en enero, cuando una adolescente denunció en la comisaría de Donostia haber sufrido una agresión sexual en la capital guipuzcoana. El presunto autor, un joven de 21 años residente en la zona, fue detenido ese mismo febrero.Pero los agentes de la Ertzaintza, adscritos a la unidad de investigación de la comisaría local, no se limitaron a cerrar el caso de la agresión. Bajo la supervisión del Juzgado de Instrucción número uno de Donostia, profundizaron en el perfil del detenido en redes sociales y toparon con indicios que olían a algo mucho más grande. En su cuenta aparecían fotografías de mujeres en poses explícitamente eróticas, imágenes que se renovaban con una cadencia casi profesional, como si fueran un catálogo en rotación. Y no era casualidad: el número de teléfono vinculado al sospechoso saltaba en búsquedas de anuncios de "escorts" en sitios web de contactos y citas online, esos rincones virtuales donde la promesa de un encuentro fugaz puede costar caro. Esa pista inicial desató una pesquisa meticulosa que ha durado meses y que ha iluminado un entramado delictivo en marcha desde septiembre de 2022.La banda, con una estructura "jerarquizada" que recordaba más a una startup ilícita que a un grupo improvisado, centraba su negocio en la extorsión a través de anuncios fraudulentos. Publicaban ofertas seductoras en plataformas de citas –con toques de contenido sexual para atraer a un público mayoritariamente masculino–, prometiendo servicios o encuentros que, en realidad, nunca existían. Una vez que una víctima picaba y facilitaba su número de contacto, el anzuelo se convertía en una trampa. Llegaban mensajes por WhatsApp o apps similares: demandas urgentes de pagos anticipados por "adelantos" o "reserva del servicio", a través de transferencias bancarias, pagos en cajeros automáticos o sistemas electrónicos como Bizum. Si el dinero no llegaba, el tono se volvía amenazante. "Pagaremos o difundiremos tus chats a tu familia, a tus amigos, a todo el mundo", decían, explotando el estigma y el pánico de quien se avergüenza de haber caído en la red. El botín no era pequeño: más de 55.000 euros en total, según las estimaciones preliminares de la Ertzaintza. Y el alcance, nacional.Aunque las víctimas se reparten por todo el Estado, el grueso de los damnificados, cientos de ellos, proceden de Canarias y Galicia, comunidades donde la trama concentró sus esfuerzos publicitarios, inundando las plataformas con decenas de anuncios falsos. "Era un esquema refinado, diseñado para maximizar el daño con el mínimo esfuerzo", explican fuentes del Departamento de Seguridad de Lakua. No contentos con el pago inicial, los estafadores inventaban excusas –retrasos en el "servicio", costes adicionales imprevistos– para exprimir más dinero, convirtiendo una estafa puntual en un ciclo de coacciones que podía durar semanas.El clic que prometía placer se convirtió en chantaje y ruinaDesentrañar esta red no fue tarea sencilla. Los investigadores se sumergieron en un laberinto digital: analizaron flujos de movimientos bancarios sospechosos, rastrearon docenas de líneas telefónicas prepago activadas en móviles desechables –una docena identificada, cada una un hilo suelto para despistar a la policía–, y peritaron dispositivos incautados que guardaban evidencias de contactos masivos. Esos números receptores de pagos, a nombre de los detenidos o allegados, conectaban directamente con otras denuncias similares archivadas en comisarías de todo el país. "Hemos visto patrones repetidos: el mismo guion de mensajes, las mismas tácticas de presión. Era una operación bien aceitada, con roles definidos: quien publicaba los anuncios, quien enviaba las amenazas, quien gestionaba las cuentas", detalla un portavoz de la Ertzaintza, que prefiere el anonimato por el curso de la investigación. Los cuatro arrestados, todos con arraigo en Donostialdea y sin antecedentes penales previos que saltaran a la vista, permanecen en las dependencias policiales mientras se completan las diligencias. Pronto pasarán a disposición judicial, donde el fiscal y el juez decidirán sobre posibles prisiones preventivas o fianzas.Este caso, que une la brutalidad de una agresión física con la frialdad de un fraude cibernético, arroja luz sobre un problema creciente en la era de las apps de citas: el lado oscuro de la conexión instantánea. Plataformas que prometen romance o placer se convierten en minas para quienes buscan discreción, y las víctimas –hombres de todas las edades, clases y regiones– pagan no solo con dinero, sino con un peso emocional que puede durar años. La Ertzaintza ya ha contactado con varias de las víctimas identificadas para ofrecerles apoyo y animarles a denunciar, recordando que el silencio solo beneficia a los delincuentes. "Si has caído en algo así, no estás solo. Hay salida, y hay justicia", insisten desde Lakua. Este desmantelamiento no solo cierra un capítulo doloroso para una menor de Donostia, sino que envía un mensaje claro: en el vasto océano digital, la vigilancia no duerme. Para los que navegan por él, el consejo es simple: un clic tentador puede ser el principio de una pesadilla. Si algo huele a engaño, no siga.Síguenos en nuestro canal de WhatsApp y no te pierdas la última hora y toda la actualidad de antena3noticias.com