Japón ha conmemorado las ocho décadas transcurridas desde las dos grandes tragedias que marcaron el final de la II Guerra Mundial: los bombardeos atómicos de Hiroshima, el 6 de agosto, y de Nagasaki, el 9, que en total se cobrarían más de 200.000 vidas hasta finales de 1945. Koko Kondo era una bebé de ocho meses cuando se produjo el primero. Hablar con ella es adentrarse en un viaje profundo por la memoria y el perdón; una voz que mantiene el recuerdo de las dos únicas ciudades destruidas por armas nucleares. Su mayor aspiración es legar a las próximas generaciones un mundo sin armas nucleares. Seguir leyendo