La Iglesia y Vox comparten en gran medida base humana, pero no agenda política. El partido de ultraderecha está condenado a entenderse con la jerarquía eclesiástica —Vox es el partido cuyos votantes más se identifican con el catolicismo—, pero los de Abascal no ven con buenos ojos la deriva progresista que, desde el pontificado de Francisco, ha asumido la Iglesia. Por otro lado, los sectores más reaccionarios del catolicismo tampoco consideran que Vox sea lo suficientemente firme en sus postulados. La formación ultra navega entre dos aguas en su relación con el cristianismo. El caso de Jumilla ha sido solo el último de los choques que Vox ha mantenido con la Conferencia Episcopal. El hecho de que líderes religiosos defiendan la libertad religiosa, amparada por la Constitución, no sienta bien en las filas del partido, que ha hecho de la islamofobia uno de sus ejes electorales. De hecho, el presidente de Vox Murcia, José Ángel Antelo, recurrió rápidamente a identificar la moción ultra con una defensa de los valores cristianos: “Nuestra cultura es la cristiandad”. A lo que también añadió: “No queremos que el islamismo avance”. Esta retórica ya ha sido usada repetidamente por pesos pesados del partido como Jorge Buxadé o Ignacio Garriga. La significación de Vox con el catolicismo identitario es antigua y acompaña al partido desde su fundación, aunque no siempre haya encontrado apoyos en el seno de la institución católica. No es la primera vez que Vox se acaba enfrentando con la Iglesia a pesar de tomar una medida que el partido, a priori, pensaba que contaría con su respaldo. El primer choque abierto con la jerarquía eclesiástica española se remonta a diciembre de 2019, cuando el grupo municipal de Vox en Gelves (Sevilla) convocó una misa en honor a los “niños abortados”. El Arzobispado de Sevilla reaccionó y canceló su celebración, lo que provocó una respuesta del partido similar a la vista ahora en Jumilla, aunque no a nivel nacional, criticando la “tibieza” de la Iglesia.Paradójicamente, el intento de Vox de meter la política dentro de una iglesia coincidió en el tiempo con su ruptura con el sumo pontífice, al que acusaron precisamente de inmiscuirse demasiado en política. Pocos meses antes del episodio en Sevilla, en abril de 2019, Abascal ya se había atrevido a criticar en público las declaraciones del papa Francisco, a quien llamó “ciudadano Bergoglio” cuando este arremetió contra las políticas antiinmigración. Un año después utilizó la misma fórmula despectiva para atacar a Francisco por su apoyo a un “salario universal” que garantice las condiciones materiales de la gente, similar al ingreso mínimo vital instaurado por el Gobierno con el rechazo de Vox. En 2024 Vox recibió otro golpe similar al de Sevilla, esta vez a manos de la diócesis de Cartagena, cuando el partido de Abascal intentó, como hizo de nuevo este verano en Torre Pacheco, azuzar la xenofobia y el racismo en la región de Murcia con un discurso “plagado de calumnias, engaños y medias verdades”, según salió a condenar la diócesis.Cuando la ruptura de Vox con los sectores más progresistas de la Iglesia ya era oficial, llegó un nuevo cisma con otra parte del ecosistema católico nacional, este más difícil de prever. La organización ultra Hazte Oír, vinculada a la secta secreta de extrema derecha El Yunque y que durante muchos años compartió convocatorias, actos, discursos e incluso cargos directivos con Vox, escenificó en 2022 su divorcio con la formación de Abascal, a la que tildó de “derechita cobarde” en una inesperada resignificación semántica. Aun así, Vox conserva vínculos no solo con Hazte Oír, con el que comparte acusación particular en casos judiciales contra el Gobierno, enemigo común de ambos, sino también con otras organizaciones ultraconservadoras de este entorno católico, como la fundación NEOS del exministro del PP Jaime Mayor Oreja. A nivel municipal, la relación con la Iglesia se mantiene aún relativamente fluida. Especialmente en lo relativo a las celebraciones de Semana Santa, en las que Vox mantiene un apoyo firme a la Iglesia y sus instituciones en los lugares donde tiene poder local, como Toledo, Orihuela o Mislata. Es en las altas esferas donde los de Abascal se desesperan al no encontrar un aliado que secunde incondicionalmente sus ideas conservadoras. El papa Francisco ha dejado huella en la Iglesia y, diferencias ideológicas aparte, una parte de la institución católica ha demostrado su negativa a dejarse instrumentalizar. Según sus últimas declaraciones, que constituyen una escalada en su retórica anticlerical, Vox considera que el rechazo de la Iglesia a secundar sus postulados se debe a su “amordazamiento” por los casos de pederastia o su financiación pública. En ningún caso Abascal parece plantearse que la negativa de su partido a condenar las cacerías de inmigrantes, o su señalamiento de colectivos vulnerables puedan no ser tan compatibles con la fe cristiana como él cree.