El verano pasado echamos un buen rato discutiendo sobre el poder erótico de los culturetas, que un día, por lo visto, empezaron a mover pasiones, y desde entonces no han parado: se hablaba de sapiosexualidad, una filia por la inteligencia o las mentes cultivadas que confesaron desde Marilyn Monroe a Carlota Casiraghi, que aún hoy ejerce de princesa cultureta, allá en Mónaco. ¿No suena demasiado bien? La obra de Woody Allen viene a ser, en esencia, el retrato de ese mundo ideal en el que citar a Dostoievski te acerca un poco más a Diane Keaton, y las gafas de pasta son de pronto un signo de distinción que te aleja de la miopía y de la soltería. Un informe... Ver Más