El incendio de Las Médulas deja en «tinieblas» El Bierzo

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Envuelto entre tinieblas vive el Bierzo estos días de duelo, después del incendio forestal que ha arrasado Las Médulas y ha dejado una huella negra que perdurará durante generaciones. Es un ambiente sombrío y de oscuridad provocado por el humo del fuego, que quizá nunca habría pensado el mismísimo Plutón, dios romano que gobernaba los lugares oscuros, en tiempos de aquel Imperio que hace dos mil años sacó el oro del Bierzo. Se llevaron el preciado metal pero dejaron un valioso legado de conocimiento y paisaje , gracias a los castaños que, combinados con los picuezos rojizos, daban una personalidad única al paisaje cultural de Las Médulas. Ahora, la tiniebla maloliente irrita las gargantas de quienes tienen dificultades para respirar. Respirar el humo. Aunque, realmente, son gargantas que ya estaban irritadas y cansadas de pedir ayuda, porque durante mucho tiempo se han sentido abandonadas. Y, además, desde esa nube, también caen sobre todo el Bierzo partículas de ceniza. Microscópicos elementos que se depositan sobre el alféizar de la ventana, sobre las barandillas del balcón… y que reposan en el hombro del berciano de a pie. Son virutas de la vegetación quemada, castaños centenarios que han desaparecido, que llegan volando a kilómetros de distancia, como si fueran modernas entregas de paquetería. «Faloupas» las llaman en la zona y parecen invitar al destinatario a pensar que estas «Médulas quemadas» también «forman parte de ti».   Son unas médulas de naturaleza muerta, paisaje de desolación, que en poco o nada se parece a aquel que la UNESCO reconoció en 1977 como Patrimonio Mundial. Allí, ahora, se espera que el fuego sea un punto de inflexión para una resurrección que después garantice una adecuada conservación, que cuente con los vecinos y que atienda sus necesidad; se olvide de egoísmos y afanes localistas y, también, contribuya a regular adecuadamente el flujo de turistas. Mientras, en esas Médulas grises y conmocionadas, donde solo ha resistido y se ha salvado una pequeña isla verde de castaños, junto a las cuevas de los romanos, todavía parece un milagro oír a los pájaros que simulan cantar una melodía de esperanza.