HUESCA.- Hay despedidas que no necesitan triunfos rotundos para ser memorables. La de Joselito Adame en Huesca fue una de ellas. El diestro mexicano, que puso fin a 26 años de trayectoria en los ruedos, se marchó sin la suerte de un toro propicio, pero con algo que no se gana en una sola tarde: el respeto incondicional de la afición.TE PUEDE INTERESAR: ¿Por qué ordenaron la suspensión total de Plaza Mítikah?El toro de su adiós, un serio ejemplar de El Pilar, llegó con la embestida aplomada, negando cualquier lucimiento prolongado. Adame, sin embargo, no claudicó. Siguió intentándolo, dibujando muletazos de empeño y naturales que, aunque sin vuelo artístico completo, llevaban el sello de quien ha entendido siempre que el toreo es, antes que un espectáculo, una entrega. El fallo con la espada fue un obstáculo para el triunfo en los números, pero no en lo emocional: la vuelta al ruedo fue un reconocimiento de la plaza llena a un torero que dio todo lo que tuvo.Lo más significativo de la tarde no estuvo en el ruedo, sino en las palabras previas del propio Adame: la necesidad de “dejar al torero para darle centro al hombre”. Una frase que revela una madurez poco frecuente en un oficio donde la identidad se forja desde la adolescencia y se defiende con la vida. Esa renuncia voluntaria, en la cima de su madurez taurina, es también una declaración de amor a sí mismo, a su familia y a la vida fuera del albero.Entre símbolos y silenciosEn Huesca no hubo puerta grande, pero sí un lleno absoluto, un “no hay billetes” que decía mucho más que las orejas. Estaban allí quienes lo han seguido, quienes han vibrado con su tauromaquia y quienes reconocen que la grandeza de un torero no se mide solo en trofeos. La tarde fue un retrato de la relación que se construye entre el hombre que se juega la vida y el público que la contempla: complicidad, afecto y gratitud mutua.Quizá Joselito Adame se marche sin la última gran faena soñada, pero con una herencia más profunda: la de un torero que se mantuvo fiel a su estilo, que nunca dejó de luchar por sacar lo mejor de cada toro y que supo despedirse con la misma dignidad con la que se vistió de luces por primera vez. En tiempos donde el brillo efímero parece valer más que la constancia, su adiós nos recuerda que el verdadero éxito es irse con la frente en alto y con el cariño intacto.Porque, a veces, lo más importante no es abrir la puerta grande, sino cerrar la propia con la satisfacción del deber cumplido.Foto: Cortesía Foto: Cortesía Foto: Cortesía Foto: Cortesía The post El adiós de Joselito Adame: más allá de la espada first appeared on Ovaciones.