Siete años de vueltas del PP con Vox y Abascal ya acecha en valoración a Feijóo

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Pablo Casado, primero, y Alberto Núñez Feijóo, después, han probado diferentes fórmulas en su relación con la extrema derecha, pero el último barómetro del CIS indica que el Gobierno en solitario al que se ha comprometido el líder popular está muy lejosFeijóo recurre a la artillería de las cloacas policiales de Rajoy para atacar a Sánchez El primer líder del PP que naturalizó a la ultraderecha en este país como un partido para pactar un gobierno fue Juan Manuel Moreno en Andalucía en 2018. Moreno perdió las elecciones contra Susana Díaz y solo pudo arrebatar al PSOE su comunidad talismán gracias a uno de esos “pactos de perdedores” que su partido dice repudiar, pero a los que el PP recurre siempre que lo necesita. Se apoyó en Ciudadanos y en Vox. Casi siete años después, la relación de dependencia de la derecha y la extrema derecha se mantiene en toda España pese a los múltiples cambios de estrategia del partido que lidera Alberto Núñez Feijóo en su relación con los de Santiago Abascal. La entrada de Vox en la política institucional se produjo por el Parlamento andaluz, y su asentamiento gracias el pacto de Gobierno con Moreno, pero su asimilación como parte legítima del sistema para siempre tuvo lugar en Madrid en febrero de 2019. La derecha política convocó una movilización en la Plaza de Colón contra los indultos a políticos catalanes que exigía ERC para aprobar los primeros presupuestos de Pedro Sánchez, quien todavía gobernaba en solitario. Fue la famosa ‘foto de Colón’. En la imagen, Pablo Casado y Albert Rivera accedieron a compartir escenario con Santiago Abascal. En la concentración estaban también los teóricos moderados del PP, Alberto Núñez Feijóo y Juan Manuel Moreno. En el Palacio de la Moncloa no se lo podían creer y Sánchez pulsó el botón del adelanto electoral después de que ERC sumara sus votos al PP y a Ciudadanos para tumbar el proyecto de presupuestos. Las elecciones fueron el 28 de abril y los datos están ahí. El PP de Pablo Casado cosechó el peor resultado de su historia: un 16% del voto y apenas 66 diputados. Vox entró al Congreso por primera vez con 24 escaños. Ciudadanos logró medio centenar. El error de Casado abrió la puerta al Gobierno de coalición que, con cambios internos y evidentes problemas, sobrevive seis años después. Y Vox es una de las explicaciones para la longevidad de Pedro Sánchez, tal y como tienen perfectamente asumido y contabilizado los estrategas electorales de Alberto Núñez Feijóo. En los despachos de Génova saben lo que ocurre, pero no cómo revertirlo. “Siempre que Sánchez tiene problemas, ahí está Vox al rescate”, lamentan habitualmente dirigentes y diputados del PP. Los que están ahora y los que estaban hace siete años. Abascal y Casado en la constitución de las Cortes de la XIV legislatura Pablo Casado asumió el liderazgo del PP en 2018 con el compromiso de convertirlo en una derecha dura en lo discursivo y también en sus programas. Había que darle la vuelta a lo que había hecho Mariano Rajoy desde 2004 y, especialmente, a la acción de su Gobierno desde 2012. Las primarias de aquel año, las primeras que celebró el partido, mostraron a todo el aparato del PP uniéndose contra la heredera de Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría. Pese a los recortes sociales, a la merma en derechos públicos, al rescate bancario, a la venta de pisos públicos a fondos buitre mientras el Estado se quedaba con los edificios inútiles de las entidades financieras, e incluso aunque el Ejecutivo de Rajoy puso en marcha una unidad parapolicial para inventar pruebas contra rivales y eliminar las de la corrupción propia, en la derecha existía la sensación de que había que revertir la teórica moderación del gallego, quien se manifestó contra el matrimonio homosexual o a favor de la teoría de conspiración del 11M. En Madrid algunos altavoces del PP reclamaban más madera, y con Casado al frente del PP se certificaron los primeros pactos con Vox. Tras Andalucía, en 2019 llegaron Madrid, por partida doble, Murcia o Castilla y León. Tanto Isabel Díaz Ayuso como José Luis Martínez Almeida arrebataron el poder al PSOE y a Más Madrid, respectivamente, gracias a la ultraderecha. Hicieron lo mismo Fernando López Miras, Alfonso Fernández Mañueco. Y tantos otros, también a nivel municipal, como en Almería, El Ejido y Pozuelo de Alarcón. Sin ser ninguno de ellos la lista más votada. El PP hizo primero lo que ahora tanto molesta a Feijóo. El PSOE rechazó un pacto de coalición con Unidas Podemos y España fue a una repetición electoral que supuso un nuevo revés para Casado. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias cerraron un acuerdo de Gobierno, Ciudadanos desapareció y a su derecha Vox creció hasta la cincuentena de diputados. Desde entonces, las relaciones públicas fueron cada vez peor mientras se afianzaba la colaboración institucional y el contagio discursivo y programático. En enero de 2020 Borja Sémper dejó la política expresamente por la connivencia de los suyos con los de Abascal, con quien había compartido muchos años de militancia muy dura en Euskadi. En una entrevista con elDiario.es, dijo: “El discurso del PP tiene que ser muy diferenciado de lo que representa Vox”. El dirigente vasco se fue a la empresa privada cuando el PP no compartía gobiernos con la ultraderecha. Un año después de los comicios de noviembre de 2019, Pablo Casado anunció de forma solemne una “ruptura” con Vox. Lo hizo en el Congreso y durante una durísima réplica a Santiago Abascal durante la primera de sus mociones de censura. El líder ultraderechista no logró más que el apoyo de los suyos, además de una reprimenda del líder del PP. “No queremos ser como usted”, le espetó desde la tribuna a un Abascal que se mostró “perplejo” por la reacción de quien pocos años antes era compañero de militancia en el PP de Esperanza Aguirre. Casado le acusó, precisamente, de presentar la moción “contra el partido que le ha dado trabajo durante 15 años”. Para muchos, Vox no es más que una escisión del PP, fundado en 2015 por Alejo Vidal Quadras (quien fuera líder del partido en Catalunya). El hundimiento de Ciudadanos permitió a Casado soñar con una reagrupación de la derecha, y para ello Vox era un lastre. Pero la estrategia le duró apenas unos meses. Del “hasta aquí hemos llegado”, el PP pasó a negociar y pactar en 2021 un segundo acuerdo de investidura de Isabel Díaz Ayuso en Madrid y de Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León tras las mociones de censura planeadas por el PSOE y la entonces líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas. Pero no solo. Ese mismo año, Casado volvió a Colón a repetir una imagen casi calcada a la de 2019. Esta vez contra los indultos. Y eso a pesar de que el liderazgo en la convocatoria lo había asumido Vox. Tanto el PP como un Ciudadanos en derribo acudieron arrastrados. Aunque los votos mayoritariamente eran para el PP, el liderazgo discursivo en las derechas era de Abascal después de año y medio largo de pandemia y de azuzar bulos y desinformar a España sobre el coronavirus y sus consecuencias. Casado y Ayuso rompen, Feijóo empieza a jugar Esta vez se borró Alberto Núñez Feijóo. Era junio de 2021 y, aunque todavía no era público y notorio como lo fue después, comenzaba a torcerse la situación para Casado dentro del partido. El líder del PP y la que era su amiga y protegida, Isabel Díaz Ayuso, abrieron un durísimo enfrentamiento por el control del partido en Madrid que devino en una crisis estatal que solo se zanjó cuando los barones dieron un golpe de mano, echaron a Casado y colocaron al mejor de los suyos al frente. En abril de 2022, Feijóo se hizo con la presidencia del PP. En medio de su batalla por el poder con Ayuso, Casado había dejado una pregunta incómoda sobre las comisiones cobradas por parte del hermano de la presidenta a cuenta de un contrato que su propio Gobierno adjudicó a un amigo de la familia para importar mascarillas de China. “La cuestión es si es entendible que el 1 de abril, cuando morían en España 700 personas, se puede contratar con tu hermana y recibir 286.000 euros de beneficio por vender mascarillas. Yo creo que no es ejemplar. Yo no permitiría que un hermano mío cobrara 300.000 euros por un contrato adjudicado por mi Consejo de Gobierno”. El PP y sus medios más cercanos dieron a entender que sí y Casado es hoy historia olvidada del partido. El dirigente que lo sustituyó estaba acostumbrado a despreciar a Vox desde su cómoda posición en lo que él mismo llamaba al principio “las Tierras Altas” y ahora “el córner” de España. El partido de Abascal no ha logrado penetrar en Galicia, como tampoco lo hizo Ciudadanos. El PP mantiene allí un férreo control sobre el territorio y los medios: Feijóo logró cuatro mayorías absolutas consecutivas. Su sucesor, Alfonso Rueda, recabó después la quinta. Entre 1989 y 2005, Fraga había sumado otras cuatro. Feijóo llegó a Madrid seguro de que tenía expedito el camino al Palacio de la Moncloa. Durante meses rehuyó fotografiarse en público con Santiago Abascal. La primera imagen de ambos llegó en el otoño de 2022 durante el desfile militar del 12 de octubre. Era inevitable, como demuestra que no hubo otra hasta un año después. El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, conversa con el líder de VOX, Santiago Abascal, durante el acto solemne de homenaje a la bandera nacional y desfile militar en el Día de la Hispanidad, a 12 de octubre de 2022, en Madrid (España) Entre medias sucedió algo inesperado para el PP y para su candidato: Feijóo no logró gobernar. Los motivos que llevaron al líder gallego a su primer gran fiasco están relatados. Salvo en los momentos iniciales, Feijóo no modificó las relaciones entre el PP y Vox en sus primeros 15 meses al frente del primer partido de la oposición. El aura con el que llegó a Madrid se desvaneció pronto, a la vuelta de su primer verano. Y los de Abascal aguantaron lo suficiente como para hacerse imprescindibles para la gobernabilidad tras las elecciones de mayo de 2023. El PP ganó las municipales y autonómicas, y arrampló con buena parte del poder, sí. Pero de la mano de Vox. Fue el PP de Feijóo quien metió por primera vez a la extrema derecha en gobiernos en España desde la restauración de la democracia. Decenas de ejecutivos locales y regionales se abrieron de par en para a los de Santiago Abascal. Para entonces, Borja Sémper había regresado a la política y como portavoz nacional del propio Feijóo, ni más ni menos. Ambos tuvieron que lidiar con los acuerdos de gobierno en la Comunidad Valenciana, Murcia, Extremadura, Islas Baleares y Aragón. En la primera, Carlos Mazón aceptó como vicepresidente a un torero tras sentarse a negociar su ejecutivo con un condenado por maltratar a su esposa, lo que Feijóo calificó como un “divorcio duro” en una entrevista. Sémper lo justificó: “Es lo que nos decían ellos para minimizarlo” Pedro Sánchez convocó elecciones 24 horas después de que se cerraran los colegios electorales y la campaña de las generales del 23 de julio de 2023 se desarrolló en plenas negociaciones del PP con Vox. Uno de los primeros actos del PP, bajo el lema “Verano Azul” terminó convirtiéndose en una rueda de prensa en la que Sémper tenía que responder sobre la cancelación de obras de teatro y emisiones públicas de películas de Disney por orden de Vox. Estuvieron en riesgo la Seminci de Valladolid o la Semana Negra de Gijón. La reacción del PP de Feijóo, con Sémper a la cabeza, fue arremeter contra la izquierda y la llamada “cultura de la cancelación”, el parapeto tras el que la derecha oculta el rechazo del público a creaciones machistas, racistas o que, en definitiva, use a colectivos vulnerables para enriquecer a personas que ya disfrutan de un estatus privilegiado. El portavoz y vicesecretario de Cultura tachó de “mentira” e “hipocresía” los anuncios oficiales de censura a obras de teatro, conciertos, festivales y otros eventos culturales. Los ataques ultras a la cultura, la memoria democrática, la lucha contra la violencia machista y los derechos de las personas LGTBIQ+ fueron una constante durante semanas, así como los anuncios de recortes presupuestarios en la lucha contra la violencia machista o al diálogo social para aumentar las subvenciones a los toros. No eran exageraciones, sino acuerdos reales que se iban cerrando uno detrás de otro. El PP asumió el marco ideológico de Vox y los españoles no le dieron a la derecha y la ultraderecha fuerza parlamentaria suficiente para gobernar. El resto de grupos renegaron de Feijóo y sus planes. Perdió la investidura y Sánchez fue reelegido presidente del Gobierno. Feijóo y Abascal, este martes. A la vuelta del verano se constató que Feijóo no había logrado emanciparse de Vox. Así que cambió de estrategia y comenzó un acercamiento a Abascal, con quien se dejó fotografiar por primera vez en solitario durante un encuentro privado, no en un evento público. El ala dura del PP comenzó a marcar el camino a Feijóo. Modificó su dirección y su discurso, y ascendió a perfiles cada vez más extremos, mientras intentaba ofrecer una imagen más jovial y se rodeaba de mujeres. Regreso al punto de partida Dos años después de las elecciones generales que Feijóo ganó, pero perdió, el PP sigue sin resolver su relación con Vox y los números están lejos de apuntar a una futura emancipación de la derecha y la ultraderecha, dependientes la una de la otra. En el verano de 2024, en la sede nacional de la madrileña calle de Génova brindaron cuando Abascal obligó a romper todos los gobiernos autonómicos para pasar a ser un molesto socio parlamentario. El PP pensó que se libraba de los ultras, que habían tomado una mala decisión y que sus barones podrían por fin demostrar que no son tan de derechas como les obligaban. El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, con las nuevas vicesecretarias del partido. La realidad es que Vox sigue marcando la agenda del PP de Feijóo, con el inestimable apoyo de Ayuso. Ha condicionado los presupuestos autonómicos de cinco comunidades. En tres han impuesto sus medidas, en las otras dos han calculado que les conviene golpear a los presidentes y dejarlos sin cuentas. La ultraderecha ha dirigido desde 2023 la posición de los gobiernos autonómicos sobre la acogida de los menores migrantes, sobre la necesidad de revertir el cambio climático, las relaciones con religiones diferentes al catolicismo apostólico y romano o la lucha contra la violencia ejercida contra mujeres y sus hijos por hombres. Vox ha respaldado con fuerza a Carlos Mazón al frente de la Generalitat valenciana tras la dana que mató a 228 personas mientras lastraba la imagen pública de una de las posibles sucesoras que tenía Feijóo en mente, la alcaldesa María José Catalá. De paso se permite algunas humillaciones, como obligar a rectificar en solo unas pocas horas al presidente de Murcia, Fernando López Miras, su anuncio de comprar viviendas para acoger a menores migrantes solos. Feijóo ha intentado navegar entre dos aguas sin decidir qué quiere ser. O, mejor dicho, intentando ser todo a la vez. El líder del PP ha repetido que “con este PSOE” no se puede pactar nada, aunque ha acordado asuntos tan relevantes como la renovación del CGPJ o del Tribunal Constitucional para luego arremeter contra los magistrados que ellos mismos votaron. También han coincidido en la elección de la nueva Comisión Europea, pese a las críticas a Teresa Ribera, en la reforma de la Constitución o en la ley ELA, entre otras cuestiones. A la vez, Sánchez es, a juicio del PP, un “autócrata” que lleva al país a un régimen “iliberal”, un corrupto que copió su tesis doctoral, estuvo en la asamblea general de Caja Madrid cuando las tarjetas ‘black’ (un cargo irrelevante pese a la pomposidad del nombre), robó las primarias e incluso las elecciones generales. Porque Feijóo ha llegado a poner en duda no solo la política sanitaria y económica durante la pandemia que él mismo apoyó como presidente de Galicia, sino a los organismos que controlan el sistema electoral, desde el INE y Correos hasta la empresa Indra. Todo el argumentario de la ultraderecha propalado por el primer partido del país a través de las terminales mediáticas que controla desde hace décadas. Feijóo ha convocado hasta en seis ocasiones a los españoles a la calle, ha reclamado elecciones y ha implorado a los socios de Sánchez que le abandonen, para pasar al insulto y la descalificación ante los continuos 'noes' que cosecha. Y siempre se ha estrellado en el mismo muro cuando ha insinuado una moción de censura: su propia incapacidad de atraer los cuatro escaños que le faltan, precisamente por su dependencia de Vox. Abascal acecha a Feijóo Una dependencia que no solo no disminuye, sino que aumenta, tal y como le ha ocurrido a las derechas de todo occidente cuando han naturalizado a los ultras. En Francia, Alemania, Reino Unido, Italia o EEUU la naturalización de Marine Le Pen, Nigel Farage, los neonazis de AfD, Giorgia Meloni y Matteo Salvini o el propio Donald Trump condujo al desmontaje de las posiciones moderadas para ser sustituidos por las más extremas. Como ya hicieran otros antes que él, la estrategia del líder del PP pasa por imitar a la ultraderecha. Feijóo volvió a reunirse con Abascal a finales de junio en el Congreso. Su segunda cita en solitario desde 2022, según apuntaron fuentes oficiales del PP. Su intención era mantener la cita en secreto, pero elDiario.es la desveló. Una semana después, Feijóo fue reelegido presidente del PP. En su discurso de clausura intentó zanjar la relación con Vox: pactar, sí; gobernar, no. Nada de “cordones sanitarios” y un “deseo” de no repetir un gobierno de coalición en la Moncloa. Pero no quedó muy claro porque el PP se ha enredado durante toda la semana sobre el grado de compromiso adquirido por el jefe. 72 horas tardó el secretario general en zanjarlo en público y con las grabadoras encendidas: no habrá Gobierno de coalición. A Vox no parece importarle porque lo que ha hecho Abascal es aprovechar la atención para que sus portavoces anuncien la inviable deportación de ocho millones de personas migrantes. Si el PP señala a Vox, estos reaccionan endureciendo su discurso. ¿Y qué hizo Feijóo? Aprovechó el debate parlamentario del miércoles contra la corrupción para acusar a Sánchez de “lucrarse de la prostitución” y se fue el viernes a Barcelona a volver a relacionar delincuencia con inmigración. El mismo viernes, el CIS publicó su barómetro de julio. La corrupción hace caer al PSOE, pero quien más parece beneficiarse no es el PP. Vox cierra el curso con una estimación de voto de casi el 19%. El estudio ratifica sondeos anteriores que muestran cómo el trasvase de votos entre el PP y Vox beneficia a estos en números totales. !function(){"use strict";window.addEventListener("message",function(a){if(void 0!==a.data["datawrapper-height"]){var e=document.querySelectorAll("iframe");for(var t in a.data["datawrapper-height"])for(var r,i=0;r=e[i];i++)if(r.contentWindow===a.source){var d=a.data["datawrapper-height"][t]+"px";r.style.height=d}}})}(); Además, Vox mejora sus cifras en votantes jóvenes, mientras el PP recupera a los mayores conservadores. !function(){"use strict";window.addEventListener("message",function(a){if(void 0!==a.data["datawrapper-height"]){var e=document.querySelectorAll("iframe");for(var t in a.data["datawrapper-height"])for(var r,i=0;r=e[i];i++)if(r.contentWindow===a.source){var d=a.data["datawrapper-height"][t]+"px";r.style.height=d}}})}(); Pero hay otros datos quizá más preocupantes para el PP en el barómetro del instituto público de opinión. Por ejemplo, que Abascal empata a Feijóo como candidato presidenciable. O que, entre sus propios votantes, el gallego es menos apoyado que el vasco. A la pregunta directa de cuál es el candidato favorito para ser presidente del Gobierno que tienen los españoles, el 22% elige a Sánchez, mientras el 11,4% opta por Feijóo y un 11,3% elige a Abascal. Pero en la derecha la disputa es mucho más cruda. “La valoración de Feijóo entre quienes lo votaron se acerca cada vez más a los valores que hicieron saltar alarmas con Casado”, apuntaba hace unos días el politólogo Lluís Orriols a elDiario.es. “Ya no tiene efecto atracción entre votantes de Vox”, añadió, porque “Abascal ya es tan atractivo para quienes votaron al PP como Feijóo entre quienes votaron a Vox”. Unas afirmaciones que se ratifican en el último barómetro del CIS. Solo cuatro de cada 10 votantes del PP dicen preferir a Feijóo como presidente, mientras un 18,9% querrían ver en ese puesto a Isabel Díaz Ayuso. Incluso un 10% de votantes declarados del PP quieren que Abascal sea presidente. Los votantes de Vox sí respaldan mayoritariamente a su candidato. El 60% lo elige, y un 9,8% se decanta por Ayuso. Feijóo apenas recaba un 3,6% de apoyo en la ultraderecha, datos similares a los que recibe de los votantes del PSOE. El líder del PP es más valorado entre los seguidores del PNV e incluso entre los del BNG, dos partidos que han jurado y perjurado que no apoyarán a este Feijóo. Un punto de partida complicado para la segunda parte de la legislatura.