Christopher Reeve, el Superman más creíble que dio el cine, tenía un pequeño cuadro en su casa. Se negaba a quitarlo. Estaba él con sus mayas azules, su capa roja, su pelo pintado de negro y el ricito que daba un aire aniñado a un cuerpo tan tremendo. El actor pasaba por delante del cuadro mirándolo desde abajo. Ya estaba postrado en una silla de ruedas. Sin poder respirar por sí mismo y paralizado de cuello para abajo. Su médula espinal había sido seccionada al no saltar su caballo un obstáculo en una competición hípica. Reeve quizá no entendiera el significado de ser un héroe hasta que vio ese cuadro desde su silla. «Creo que un héroe es un individuo normal y corriente, que saca fuerzas para perseverar sea cual sea el obstáculo», asumió Reeve antes de morir.Seguir leyendo....