Recuerdo en mis tiempos de juventud que la movida estaba en la Alfalfa y Pérez Galdós. En la Alameda, prefiero ni recordar lo que había, pero era una zona frecuentada por prostitutas y drogadictos. Aunque hay vecinos antiguos, muy pocos, que añoran aquella plaza por más sórdida que fuera su vida diaria. Por lo menos podían dormir. Por eso, exigen al Ayuntamiento que declare el bulevar más antiguo de Europa en una zona acústicamente saturada, y tenga limitaciones horarias a fiestas y veladores. Seguramente, si finalmente se incorpora a ese mapa, la progresía sevillana culpe al alcalde del PP de rancio y le instará a prohibir los fuegos artificiales en procesiones como la de la semana pasada. Y en esto último tendrán razón.