Alguna vez te habrá pasado: hueles pan recién horneado y, sin aviso, te ves de nuevo en la cocina de tu abuela. Esa capacidad de los olores para despertar recuerdos intensos y emocionales es algo que muchos hemos experimentado, pero ¿por qué ocurre esto? Y más aún, ¿por qué recordamos mejor un olor que una cara?La respuesta está en cómo funciona nuestro cerebro y en las rutas que sigue la información sensorial. Mientras que los rostros pasan por un largo proceso antes de ser codificados como recuerdos, los olores toman un atajo directo hacia las emociones y la memoria.Anatomía de un recuerdo olfativoPara entender esto, imaginemos que los sentidos son caminos que conducen a una gran ciudad llamada memoria. Algunos de estos caminos están llenos de semáforos y desvíos, como la visión. Cuando vemos una cara, la información visual pasa por el tálamo (una especie de centro de distribución cerebral), luego se interpreta en la corteza visual y, sólo después, llega al hipocampo y a la amígdala, las zonas responsables de formar recuerdos y gestionar emociones.Pero el olfato tiene una autopista exclusiva. La información de los olores viaja directamente al bulbo olfativo, que está conectado de forma directa tanto con el hipocampo como con la amígdala. Esta ruta rápida y sin interrupciones hace que los olores se asocien fácilmente a emociones intensas y recuerdos duraderos.Estudios que lo confirmanInvestigaciones de la neurocientífica Rachel Herz en la Universidad Brown revelaron que los perfumes familiares activan muchas más áreas cerebrales relacionadas con la memoria que las imágenes de esos mismos perfumes. Otro estudio de 2013 comparó la respuesta cerebral al olor de una rosa con la imagen de la misma flor. Resultado: el olor generó una actividad cerebral mucho más intensa en las zonas emocionales.Incluso estudios con fMRI (resonancia magnética funcional) muestran que los recuerdos evocadas por olores estimulan más la amígdala y el hipocampo que los evocadas por imágenes visuales.Raíces evolutivas: un sentido de supervivenciaEl olfato es uno de nuestros sentidos más antiguos. Cuando nuestros ancestros caminaban por la sabana, identificar el olor de un depredador, una planta venenosa o comida en descomposición podía significar la diferencia entre vivir o morir. Por eso, el cerebro dio prioridad al olfato, conectándolo con las zonas que toman decisiones rápidas y almacenan recuerdos significativos.Este legado sigue vivo hoy. El olor de una comida típica, de tierra mojada o del mar tiene un poder casi mágico para transportarnos en el tiempo. Las emociones ligadas al olfato también ayudan a que los recuerdos duren más. Como una especie de caja fuerte emocional, el cerebro guarda estos momentos olorosos con una llave especial.El impacto en la infancia y el envejecimientoDurante los primeros años de vida, el olfato es el sentido dominante. Los bebés reconocen a su madre por el olor antes que por la vista. Esto explica por qué muchos recuerdos olfativos más potentes son de la infancia. Además, los adultos mayores tienden a recordar más vivamente experiencias antiguas a través del olfato que por imágenes o palabras.Caras conocidas, recuerdos difusosAunque los humanos somos expertos en reconocer rostros, estos no siempre activan recuerdos emocionales con la misma fuerza que un olor. Las caras deben procesarse en múltiples etapas antes de generar una conexión emocional significativa. Esto no significa que no podamos recordar caras importantes, pero es menos probable que una cara cualquiera active un recuerdo antiguo cargado de emoción, como puede hacerlo el aroma de una sopa o de un perfume.Aplicaciones y reflexionesComprender esta ventaja del olfato puede tener usos prácticos. Por ejemplo, en terapias para personas con Alzheimer, el uso de olores puede estimular recuerdos y emociones positivas. En marketing, muchas tiendas utilizan aromas para crear una atmósfera que motive al consumo o genere fidelidad. También podría ayudarnos en el aprendizaje: asociar ciertos olores con una sesión de estudio puede facilitar el recuerdo al volver a oler ese mismo aroma.No todo es tan simpleAunque la evidencia apoya el poder del olfato, la memoria es un proceso complejo, y cada persona tiene su propio mapa mental. Algunas pueden tener mejor memoria visual, otras sonora, y algunas, olfativa. La emocionalidad del contexto, el significado personal y hasta el estado de ánimo influyen en qué y cómo recordamos.Aun así, la neurociencia ha dejado claro que el olfato tiene un canal privilegiado para guardar vivencias importantes. Y eso explica por qué, ante un perfume antiguo, un jabón olvidado o el olor de la lluvia, nuestro cerebro abre puertas que creíamos cerradas.La noticia Por qué recordamos mejor los olores que las caras: el poder de la memoria olfativa fue publicada originalmente en Wwwhatsnew.com por Natalia Polo.