Los indígenas lakotas contaban los bisontes con los días que tardaba su manada en pasar ante ellos. En 1871, el coronel Richard H. Dodd se topó con una cuyo frente tenía 24 kilómetros y otros 40 su largo atravesando el río Arkansas. A comienzos del siglo pasado quedaban unos pocos centenares. Tras un siglo de protección y recuperación del bisonte americano (Bison bison), entre Estados Unidos y el sur de Canadá hay 400.000. Parecen muchos, pero los biólogos los consideran una especie funcionalmente extinta: el 96% sobreviven en ranchos privados, en rebaños de no más de 200 animales tras vallas de alambre de espino. Del resto, solo queda una auténtica manada que aún pasta libremente. Ahora, un estudio de los últimos bisontes publicado en Science muestra cómo la pradera reverdece con su presencia. Como los elefantes africanos, son auténticos ingenieros o arquitectos. Pero como sucede con los puentes o los edificios humanos, sin estos animales, sus paisajes se caen. Seguir leyendo