La trilogía de homenajes de Alfonso López a Bruguera

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Estraperlo y tranvía.Cuando se habla de la escuela Bruguera, los nombres que suelen acudir de inmediato a la memoria del lector son Ibáñez, Escobar, Cifré, Vázquez, Peñarroya, Conti o Segura. Alfonso López, dibujante catalán con una larga y reconocida trayectoria, no figura entre esos autores recurrentes, pues su colaboración con la editorial fue breve y puntual. Apenas aportó una serie, Atasco-Star, realizada junto a Rafael Vaquer —con algunas colaboraciones esporádicas del guionista Francisco Pérez Navarro— y publicada en diferentes revistas de la casa. A ello se añade la coordinación y dirección de Más Madera! en 1986, uno de los últimos estertores de Bruguera antes de su cierre definitivo, compartiendo ese destino con cabeceras como TBO o Monstruos & Co. Sin embargo, aunque su papel en la editorial fue limitado, López ha terminado convirtiéndose en uno de sus más lúcidos herederos gracias a una trilogía de obras publicadas entre 2007 y 2022 que funcionan como un homenaje directo, a la vez respetuoso y renovador, de aquel universo.No abundan los ejercicios de este tipo en el cómic español, y quizá por ello la propuesta de López resulta tan valiosa. Alfonso Pérez ya había hecho en 2007 su propia versión de la familia Ulises, emblema de TBO, pero lo de López es algo distinto: se trata de rescatar a los personajes clásicos, darles un aire más realista y situarlos en un contexto histórico concreto, sin renunciar a la ironía y a los cameos de una amplia galería brugueriana. El punto de partida fue Estraperlo y tranvía (2007), donde el patriarca de la familia Ulises protagoniza una aventura larga, ambientada en 1952. La premisa es sencilla y a la vez reveladora: Ulises quiere comprar una nevera eléctrica, pero ese deseo doméstico lo arrastra a un enredo de estraperlo —práctica imprescindible en una España marcada por la escasez— y al encuentro con los maquis, dispuestos incluso a atentar contra el mismísimo Franco. López adapta la narración al formato de álbum de 48 páginas, tan característico de la tradición francobelga, y aunque el desenlace se resuelve de manera algo apresurada y los demás miembros de la familia Ulises apenas participan —con la notable excepción de la abuela—, la obra consigue lo que se proponía: ser fiel al espíritu original y, al mismo tiempo, mostrar una realidad mucho más dura que la edulcorada de TBO.Uno de los elementos que quedará como marca de identidad en esta trilogía son los cameos. Ya en Estraperlo y tranvía aparecen de manera sutil o con cierto protagonismo personajes como Zipi y Zape junto a su padre, las hermanas Gilda, doña Urraca, Carpanta, don Pío o el propio Tribulete, cuyo “Chafardero indomable” lee un personaje en la primera viñeta. La ambientación, cuidada hasta el detalle —carteles, anuncios, objetos cotidianos—, y el dibujo acuarelado convierten el álbum en una delicia estética, que se disfruta tanto por su fidelidad al espíritu de Bruguera como por su capacidad de enriquecerlo con un trasfondo histórico más complejo.El solar.Nueve años más tarde, López retoma este camino con El solar (2016), obra que presenta ya diferencias notables respecto a la primera. La editorial cambia: pasa de Ediciones B a La Cúpula. El formato también: el álbum pierde tamaño, pero gana en número de páginas, lo que permite a la historia un mayor desarrollo. Esta vez el protagonista es Carpanta, rebautizado como Pepe Gazuza, acompañado por Petra, convertida en Patro. La alteración de los nombres no es anecdótica: señala un viraje hacia la reinterpretación, un terreno en el que los personajes conservan ecos de los originales pero adquieren un cariz distinto. El humor, aunque mantiene destellos de la Bruguera clásica, bebe también de otras fuentes: el absurdo de los Monty Python, las neurosis de Woody Allen, la verborrea de los hermanos Marx. En ocasiones se tiñe de humor negro y de cinismo, lo que dota a la obra de un aire decididamente más adulto.Gazuza se sitúa dentro de la tradición del pícaro hispánico, igual que el Carpanta de Escobar, pero la obsesión por la comida —núcleo absoluto del original— cede terreno a una trama detectivesca con resonancias berlanguianas o fernangomianas. El componente histórico se intensifica hasta el punto de que el libro incluye un glosario final para explicar figuras como los “topos”, antiguos republicanos ocultos en sótanos y buhardillas tras la guerra. Las historias paralelas de Gazuza y Patro confluyen en un relato que combina sátira social y comedia negra. De nuevo, la acuarela y la minuciosa ambientación refuerzan el conjunto. Los cameos, esta vez, son más decorativos: la familia Ulises, Zipi y Zape, don Pío o las hermanas Gilda aparecen de fondo, casi como guiños para el lector atento, sin intervención relevante salvo un breve diálogo de los traviesos gemelos.Finalmente, Una tarde con Himmler (2022) cierra la trilogía. Aquí los personajes bruguerianos tienen un protagonismo aún menor, aunque siguen estando presentes. El foco se centra en las hermanas Gilda, rebautizadas como las Haywort (Ataulfa y Recareda), y en los hermanos Marx, transformados en los Bakunin. El gran protagonista es Groucho, cuyo ingenio verbal atraviesa la obra con diálogos que podrían pertenecer a cualquiera de sus películas. La historia entrelaza la huida de los Marx-Bakunin hacia Estados Unidos, pasando por España, con episodios históricos de gran calado: la visita de Himmler a Montserrat en busca del Santo Grial, la reunión de Franco y Hitler en Hendaya, y la estrategia de Churchill para mantener a España fuera de la guerra.Una tarde con Himmler.El humor delirante convive con ese trasfondo sombrío, y aunque la trama resulte algo más difusa que en los dos álbumes anteriores, el lector encuentra placer en el desfile de situaciones absurdas y personajes. Entre los cameos bruguerianos se cuentan don Pantuflo Zapatilla, la familia Ulises, la familia Churumbel, doña Urraca, la familia Cebolleta —con su inseparable loro y una batallita del abuelo—, el loco Carioco, don Pío, Tribulete e incluso una aparición fugaz del propio Manuel Vázquez, creador de las hermanas Gilda. A ellos se suman figuras históricas como Josep Pla o Ian Fleming, reforzando la mezcla entre cultura popular y memoria política. El tomo incluye un glosario que no solo explica las referencias históricas, sino que también repasa a los personajes bruguerianos implicados.En la introducción de esta última obra, Alfonso López define estas tres entregas como una trilogía, aunque no compongan una narración continuada. Tres homenajes autónomos pero conectados por la misma voluntad: rescatar a los personajes de Bruguera, reinterpretarlos con un aire más realista y situarlos en contextos históricos concretos, sin olvidar la complicidad con el lector que reconoce a sus viejos héroes entre el trasiego de la trama. El propio autor admite que la serie está cerrada, aunque no descarta futuros retornos a este terreno. Sería deseable que así ocurriera, porque en España no abundan este tipo de ejercicios. Apenas se pueden mencionar ejemplos recientes como El pacto de Paco Sordo, desde la óptica del dibujante, o El invierno del dibujante de Paco Roca, con un tono mucho más serio.La escuela Bruguera fue fundamental para el cómic español, y sin embargo ha sido mucho menos reivindicada que otras tradiciones, como la francobelga, orgullosa de su historia y sus autores. Por eso los homenajes de Alfonso López resultan tan valiosos: no son mera nostalgia, sino relecturas inteligentes que ponen de relieve hasta qué punto aquellas creaciones formaron parte de nuestra memoria cultural. Tres obras distintas, un mismo espíritu. Una trilogía de homenajes que confirma que Bruguera, aunque clausurada en 1986, sigue viva en la imaginación de sus herederos.The post La trilogía de homenajes de Alfonso López a Bruguera appeared first on La piedra de Sísifo.