La plenitud de agosto VI: la medida exacta

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Según las frutas de temporada, en invierno será el cóctel Rossini y en este momento del verano, lo suyo es el Bellini. Nosotros cogimos melocotones de la huerta y seguimos la receta de Ferrá Adriá con cerveza de trigo. Esto tiene su ciencia porque nuestras pruebas de las vísperas tiraban a sangría para guiris. Por un lado, es fundamental licuar y, por otro, hay que echar la fruta al fondo de la cerveza y, con un leve giro de cuchara, dejar reposar unos instantes para que la famosa atmósfera rosada de los cuadros de Giovanni Bellini trascienda la espuma blanca. Sólo al tercer o cuarto le pillamos el punto, o eso resolvimos tan convencidos.Es de reconocer, que a esta edad en que el cubata representa la artillería pesada y la cerveza es cosa de pobres, el brebaje sofisticado este no se presenta como mala elección. Ahora recree, distraído lector, el escenario en una nueva estampa de la plenitud veraniega: una hermosa casa con jardín y piscina, y un porche con vistas al Estrecho de Gibraltar que ya quisiera Gene Hackman en Sin perdón. Circundados de la áspera naturaleza y bajo un cielo despejado inapelable, allí nos reunimos gente amena y polifacética, gente, unos más que otros, del teatro algecireño. En cualquier caso, todavía en verano –y sin saber bien a qué día de la semana estamos– agrada no tener convidados a la mesa al politiqueo y a sus noticieros funestos. En cambio, en estos días extendidos reina la confraternidad y la compañía continua y alegre de los niños. En fin, las cosas veraniegas que recuerdan de alguna forma a aquella lejana Edad de oro.