Para disfrutar los contenidos de Clarín es necesario que actives JavaScript en tu navegador.Volver a la HomeNoticias hoyEn vivoOpinión"Venimos desde la médula de un sueño, columna vertebral de nuestra vida. Y vamos de camino… hemos fundado, hemos construido y vamos a hacer…”. Con estas palabras, el 28 de agosto de 1960, mi padre, Roberto Noble, empezaba el discurso de inauguración de la casa propia de Clarín, el edificio de la calle Piedras.Tan solo ocho años después, el estrés de su titánica obra se lo llevó. Tenía 67 años. Yo era apenas una niña de nueve, y mi corta vida a su lado me obligó a construir para mí su biografía más íntima, sus caricias, su presencia, sus consejos, su ternura plasmada en cientos de fotografías, como si hubieran predicho su pronta ausencia.El día que cumplí siete años me regaló el álbum en el que imprimió todas las fotos de mi “primera recorrida para ver cómo se hace Clarín”, como lo tituló. A modo de cuento infantil, escribió un epígrafe explicativo de cada imagen de esa recorrida en la que me fue enseñando todo el proceso. Ya de adulta fui detrás de su vida pública, sus logros y sueños políticos y periodísticos.En el 2010 publiqué con Sudamericana el libro Noble, un argentino visionario, una larga investigación y reconstrucción de su vida pública a través de los periodistas, políticos y amigos, contemporáneos de su tiempo. En este nuevo aniversario de la fundación de Clarín, quiero unirme a la conmemoración con algunos de esos testimonios.Llamas de Madariaga, el gran periodista que trabajó junto a mi padre, escribió: “A Noble solo le importaba avanzar firme y constructivo hacia el futuro. Y nos envolvía a todos con su entusiasmo por su objetivo. Su libro Argentina, potencia mundial, era prácticamente nuestra biblia”.Compañero de su ideario político, Rogelio Frigerio, fundador del desarrollismo, en una biografía editada por el Senado recordó: “Nunca dejó de ser periodista, fue periodista cuando pertenecía muy temprano a la redacción del diario La Nación, fue periodista cuando redactó su obra documentada de puño y letra en los proyectos y las leyes, fue también periodista cuando fue parte del gobierno en la provincia de Buenos Aires, fue periodista cuando redactó su obra documentada en política obrera, reforma educacional, en legislación del trabajo. Fue siempre periodista político ligado a la realidad, por eso, aun cuando en ese momento se presentase como una creación mágica, la aparición de Clarín del cual fue fundador, director, exclusivo propietario, se explica en aquella vocación por el periodismo”.Estos son algunos de los testimonios públicos que ya integran el acervo del periodismo argentino y que me llenan de orgullo y responsabilidad, por llevar su nombre. A la par, la vida me regala la memoria de aquellas personas cuyos nombres no están en los diarios, las más humildes, que con sus recuerdos y agradecimiento me devuelven también su dimensión humana, su vocación social.Es lo que me sucede toda vez que regreso a la Villa del Totoral, donde siempre recibo el cariño de aquellas leales personas que lo recuerdan y le agradecen todas las mejoras que llevó a ese pueblo del norte cordobés: la electricidad, el teléfono, la primera escuela. El lugar también de la Estancia La Loma, donde falleció. Su vida legislativa resuena en la ley que protege el derecho de autor, conocida como la Ley Noble, y sus textos periodísticos llenan archivos.Fue su amigo, el expresidente Arturo Frondizi, el que al despedirlo dimensionó su estatura política: “El país pierde a uno de sus más preclaros conductores. Quienes vivían al amparo de su inagotable ternura lo lloran como a un padre universal, caudaloso inextinguible. Su muerte, una tragedia nacional”.Ochenta años se interponen ya desde la creación de Clarín a cuya evocación quiero sumarme. Vivo como una obligación de hija recordar su vida, su obra, sus convicciones, para que el ejemplo de su amor y confianza en los destinos de grandeza de la Argentina nos ayuden a salir del nihilismo y descrédito en la dirigencia de nuestro país.Qué mejor para esta conmemoración que evocar aquel día inaugural en el que se echaron a rodar las rotativas de Clarín y, ante el presidente Frondizi, gobernadores, representantes de la cultura y trabajadores, dio en su discurso este mensaje tan esperanzador, del que seleccioné las partes que parecen escritas para hoy: “…Hay que restaurar la fe de los pueblos en sí mismos para que alcancen la serenidad. Porque serenidad en la peripecia dramática de la historia es lo que a menudo les falta a los pueblos que han perdido la fe en sus mejores cualidades. Nos hemos visto muchas veces, entre desconcertantes avatares, obligados a sobreponernos a nuestros amores y a nuestros odios. Sepamos superar las diferencias entre los que se van y los que vienen. No tracemos una línea divisoria. No distorsionemos la realidad de nuestro tiempo porque a cada tiempo le corresponde una manera de sentir, y la actual es conciliadora, so pena de hundirnos en la anarquía económica o la discordia social”.Como orgullosa y agradecida hija de Roberto Noble, es mi deseo que, así como me legó el amor a mi país, su cultura, sus artistas y la nobleza de los más humildes, sirva también su obra y su ideario político para que todos los jóvenes, sobre todo los nuevos periodistas y dirigentes políticos, conozcan la vida y obra de mi padre, no solo porque fundó el mayor diario de habla hispana, sino por su inquebrantable confianza y compromiso con el destino de grandeza de nuestra Argentina.Newsletter ClarínRecibí en tu email todas las noticias, coberturas, historias y análisis de la mano de nuestros periodistas especializadosQUIERO RECIBIRLOTags relacionadosOpiniónClarínPeriodismo