“Cada día me da más pereza entrar aquí. Cada vez está más lleno de mensajes de ODIO a desconocidos. Lo que, por cierto, no favorece ni siquiera a los que lo emiten. El odio perjudica la salud.”Este comentario, breve pero certero, resume una sensación cada vez más común entre usuarios de plataformas como Twitter (ahora X): la fatiga emocional que genera el ambiente cargado de hostilidad en redes sociales. Y es que el odio digital no es solo una agresión al otro: también es un bumerán que vuelve contra quien lo lanza.¿Qué está pasando en las redes?Plataformas que nacieron con la promesa de conectar personas e ideas hoy se ven inundadas por mensajes cargados de resentimiento, ataques personales y juicios instantáneos. Detrás de una pantalla, algunos sienten la impunidad de expresar sin filtro frustraciones, prejuicios o simple desprecio. Y aunque muchos de estos ataques se dirigen a desconocidos, el daño es real y profundo.Odiar desgasta… también al que odiaLa ciencia ya lo respalda: sentimientos negativos como el odio, el rencor y el desprecio afectan físicamente a quien los experimenta. El cuerpo entra en un estado de alerta constante, elevando niveles de cortisol (la hormona del estrés), afectando el sistema inmune, el sueño y la salud mental.Y en el contexto digital, donde el odio puede reproducirse como eco sin fin, este desgaste se multiplica. Cada comentario hostil no solo daña al destinatario, sino que contribuye a un ambiente tóxico que acaba por agotar emocionalmente a todos, incluso a quienes lo provocan.Una cultura de enfrentamientoParte del problema es que las redes sociales recompensan la provocación. Los algoritmos premian lo viral, y pocas cosas se comparten más rápido que una bronca. Esto genera una cultura de enfrentamiento, donde la conversación pierde profundidad y gana en dramatismo, cinismo y sarcasmo.En este escenario, se desdibuja la empatía. Se olvida que, detrás de cada usuario, hay una persona. Y que odiar desde el anonimato no solo es cobarde: es destructivo para el tejido social y para la salud colectiva.Volver al respeto: una elección necesariaNo se trata de edulcorar el debate ni de callar opiniones. La crítica puede ser firme sin ser cruel. Se puede disentir sin destruir. La clave está en reaprender el valor del respeto, incluso (y especialmente) hacia quienes no conocemos. Porque si no frenamos esta inercia del odio, no solo perderemos las redes: perderemos también nuestra capacidad de convivir en lo diverso.El comentario citado al inicio no es solo una queja: es una llamada de atención. Una invitación a preguntarnos: ¿Qué estoy aportando yo al lugar que habito (también digitalmente)?