Una soltera jubilada se revuelve contra su cita por darle calabazas: «Las mujeres no tienen amigos»

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Nuevos comensales p asaron por el restaurante de 'First Dates ' en el último lunes del año. Entre ellas se encontraba María Teresa (82), una modista jubilada que regresaba al 'dating show' de Cuatro con ganas de encontrar a un hombre «muy activo y con sentido del humor». La malagueña ya probó suerte en el programa el pasado marzo, cuando conoció a Diego . Decidió darle una segunda oportunidad, pero el idilio incipiente no pasó de una cena fuera de cámaras. Según María Teresa , su pretendiente resultó «muy buen hombre, pero un poco dormido» para ella. Esta vez, Carlos Sobera le presentó a Pedro (82), un mecánico jubilado de Ogíjares (Granada) que acudió a 'First Dates' en busca de una pareja con la que convivir. Nada más verlo, la soltera llegó a la conclusión de que con él pasaría por la vicaría por tercera vez si las cosas transcurrían como esperaba. De Pedro le encantó todo, hasta los zapatos que se puso para acudir a la cena. A pesar de ello un escollo importante se interpuso entre la pareja de primeras: aunque el granadino buscaba todo lo que tradicionalmente implica la convivencia en pareja estable, volver a casarse no entraba en sus planes. Por su parte, María Teresa descartó compartir techo con un hombre sin un anillo en su dedo, y así se lo dejó claro. Sin matrimonio por medio, cada uno tendría que vivir en su casa. «Eso no existe para mi, soy un poco a la antigua. Me encuentro de prestando estando con un hombre sin estar casada, ya puede venir el príncipe de Gales», aseveró. Pedro se escudó en que no se lo había planteado la probabilidad. Sin embargo, ante el equipo del programa reveló que no quería dar ese paso, ni en ese momento ni en el futuro. Sin querer cerrarle la puerta del todo, la modista jubilada abrazó la idea de conocerse durante un tiempo. Eso sí, dándole un ultimátum: si en cuatro o cinco meses su cita no cambia de idea, cada no tomaría su camino. Una vez salvada esa gran diferencia, María Teresa y Pedro continuaron la velada hablando de sus 'vicios'. Descubrieron que ambos habían sido fumadores hace años y que el alcohol solo lo catan en pequeñas cantidades. En el caso de la soltera, confesó en los totales que «como me beba dos o tres vasos de vino, me entran unas ganas de sexo que no veas». Ahora bien, solo con el tinto, con el blanco no le pasa. Quizá la copita que se bebió mientras cenaba desencadenó que María Teresa se desinhibiera por completo ante su cita y declarara lo mucho que le gustaba. También quiso saber si Pedro todavía funciona en la cama, pues ella todavía se considera una persona muy activa. De hecho, la falta de un hombre la suple con un completo surtido de juguetes. El granadino se definió en ese sentido como «tradicional y lo que surja». «Me gusta que funcione en la cama, es un bienestar para los dos», reconoció el soltero en privado. La jubilada pareció aprobar los gustos de Pedro , si bien se guardó su lado más salvaje por no espantarlo. «A mi que no me den latigazos, pero por lo demás, no tengo fronteras. No lo quiero asustar y que diga 'qué guarra'», admitía fuera de cámaras. Tras desentonar la versión alemana de 'Noche de paz' en el reservado del restaurante, llegaba la hora de la decisión final. Antes de responder a la pregunta del programa, María Teresa le reclamaba a su cita un beso. Pedro satisfacía el deseo de su cita, pero rechazaba seguir conociéndola «por lo del casamiento». Él no quería acceder, ni ella renunciar a su deseo. Ni siquiera aceptó la amistad que el mecánico jubilado le ofreció, alegando que «las mujeres no tienen amigos, quieren una pareja estable. Y si no es así, pues nada. La vida sigue», aseveró, un tanto molesta. Era la primera vez que recibía unas calabazas y no se las tomó demasiado bien. «Nunca he ido detrás de un hombre, ni lo haré hoy tampoco», sentenció.