Feliz 2026

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Si las cuentas están bien echadas, hoy es el último día de 2025 según el calendario gregoriano, que es el nuestro. Porque esa es otra, nos creemos el ombligo del mundo (e igual del ombligo solo somos las zurraspas o la pelusilla) pero existen también otros calendarios: islámico, chino, judío, hindú, juliano, persa… y el budista, el etíope y el maya para propósitos culturales o religiosos. O sea, que todo es relativo como dicen los relativistas. Y si no lo dicen, deberían. Esta noche, por tanto, comienza un nuevo año, con todo lo que eso supone para las psiques débiles de los usuarios del calendario gregoriano: la posibilidad de comenzar de nuevo (seguir haciendo el gilipollas, pero de otras maneras), la ilusión de una nueva etapa (idem), la oportunidad de comenzar el año viendo los saltos de esquí o la reposición de Cachitos de Hierro y Cromo, las ganas de que te toque la lotería en el sorteo del Niño ya que no te tocó en Navidad… en fin, casi todo lo que tiene que ver con las promesa de un tiempo nuevo. Dios me libre de tener nada contra eso, contra las promesas de un tiempo nuevo ¡pero es que lo del tiempo nuevo es una ficción!, ¡que separamos los días en años porque nos da la real gana, es arbitrario todo! Nada ha cambiado el día 1, el 2, el 3, etc del nuevo año con respecto al año anterior: si somos parvos seguimos siendo igual de parvos, si somos altos y feos seguimos igual, igual de calvos o de melenudos, de listos o de zopencos. Acaricio el deseo de estarme explicando. Si no es así, no me haré entender mejor mañana, ténganlo por seguro. En mi juventud, que queda tan atrás que aunque gire la cabeza y me ayude de un telescopio no alcanzo a verle la sombra de la sombra, creía a pies juntillas en ese asunto de comenzar todo de nuevo con el año nuevo. Si me cogía el fin de año sin novia (que me cogía con frecuencia, parecía un miura empecinado en cornearme con saña) el nuevo año era casi la garantía de terminar con aquella privación. De hecho salía en fin de año con la esperanza de que ocurriese esa misma noche, en el colmo del delirio. En fin, está feo flagelarse en público y más con efecto retroactivo: se trata de asegurarles que sé de lo que hablo cuando hablo de lo estúpido de albergar esperanzas solo por un hito en el reparto del tiempo que nos toca vivir en años, meses, semanas y días. Si queremos que nos cambie la vida en 2016 más nos vale que nos pongamos a hacer todo lo que esté en nuestra mano para que así sea, y después que Dios reparta suerte. Y si tenemos asuntos que arreglar más vale también que dejemos atrás las soluciones que no han dado resultado en el pasado, porque lo más seguro es que tampoco lo darán solo por cambiar un dígito en el almanaque. Mejor mirarnos en el espejo y ver qué podemos mudar de nosotros mismos. Se me está poniendo una cosa de Paulo Coelho en estas últimas líneas que me estoy echando a temblar. Si yo solo quería desearles un feliz 2026.