David Alandete, periodista, sobre cómo le afectó la dana: «Nos sentimos muy abandonados. Mi madre, con movilidad reducida, no pudo bajar de casa en dos semanas»

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Hace un año, la costa levantina quedó marcada para siempre por un episodio meteorológico que desbordó todos los pronósticos. La dana del 29 de octubre de 2024 no fue solo un fenómeno atmosférico de intensidad extraordinaria, sino también un acontecimiento que alteró vidas, hogares y paisajes familiares . Aquel temporal dejó barrios enteros inundados, carreteras impracticables, pueblos incomunicados y una sensación de vulnerabilidad que todavía hoy permanece en la memoria de quienes lo vivieron. Para muchas familias valencianas, la tarde de aquella dana y los días posteriores siguen siendo un recuerdo crudo y difícil de asimilar . Entre quienes vivieron la situación de cerca se encontraba David Alandete , corresponsal de COPE y ABC. En una intervención en el canal Trece, relató con detalle cómo él y su familia afrontaron aquellos momentos . El periodista evocó las primeras horas del temporal con un marcado tono de desasosiego. «Fue muy duro, fue muy duro, nos sentimos muy abandonados», afirmó. No se trató únicamente del impacto material, sino de la sensación de aislamiento frente a una emergencia que superaba la capacidad de respuesta local . Su hermano , relató, quedó atrapado en plena carretera: «Mi hermano que trabaja en Picasén, había tomado la antigua AP-7 y me llamaba para decirme que había rescatado a una mujer mayor y la llevó hasta lo alto de... sabes estas rotondas en Valencia, hay algunas rotondas en las que tienen apisonadoras que se utilizaban antes y las dejan ahí encima, pues pasaron la noche allí con otras familias, no tenían forma de llegar a ningún servicio de emergencias y gracias a la COPE, que dio sus coordenadas en uno de los boletines, pudieron saber dónde estaba». Esa improvisación, esa cadena de llamadas, emisoras y avisos, constituyó para muchos la única vía para obtener ayuda. Por otro lado, su madre , con movilidad reducida , quedó confinada en casa durante casi dos semanas. «Mi madre con movilidad reducida no pudo bajar de casa en casi dos semanas, se acababa la comida, se acababan los enseres básicos de higiene y gracias a la enorme solidaridad, vino gente desde Asturias con excavadoras, vino gente con palas, de todo el mundo. Acamparon en unas condiciones muy duras en un polideportivo», recordó. La llegada de voluntarios, en algunos casos procedentes de cientos de kilómetros, puso de manifiesto el papel fundamental de la ayuda ciudadana frente a la lentitud de los dispositivos institucionales . La solidaridad, sin embargo, convivió con una profunda sensación de desamparo : «Fue muy duro, fue muy duro, nos sentimos muy abandonados, muy abandonados, muy abandonados por el Gobierno central, muy abandonados por el gobierno de la Generalitat de Valencia, pero muy acompañados por los alcaldes». Entre quienes estuvieron a pie de calle, el periodista destaca la figura del alcalde de Algemesí: «El alcalde de Algemesí estuvo quitando barro como el que más, estuvo sin dormir varios días y la gente a pie de calle, de verdad, ayudó a que aquello fuera más llevadero, pero las cicatrices son muy duras». Hoy, el recuerdo persiste no solo en las fotografías de las calles cubiertas de barro o en las cifras de fallecidos, sino en las emociones que emergen cuando se recuerdan aquellos días. Porque, como confesó el periodista, las cicatrices siguen ahí, y no solo en los muros y carreteras, sino en una memoria colectiva que aprendió, quizás a la fuerza, que la vida puede cambiar en una tarde y que, a veces, la ayuda llega antes de quienes menos lo esperamos.