Pocas zonas de Andalucía y España conocen mejor la importancia de la tierra que la provincia de Cádiz. Desde las viñas de Jerez, Sanlúcar y Chiclana hasta la gran huerta más al Sur, en Conil, todas las generaciones aprendieron hace siglos que cualquier esperanza, toda riqueza, brota de las semillas hasta convertirse en fruto.Esa filosofía milenaria está detrás de la colaboración técnica y humanitaria que se ha creado entre varios chiclaneros y 29 mujeres del poblado senegalés de Bouloukounda, con unos 2.000 habitantes.El proyecto tiene por objetivo crear, ampliar y mantener las estructuras necesarias para que las cosechas y el autoabastecimiento lleguen a todos los que viven en la zona. A través de pozos de agua potable y de unos huertos con los que producir las verduras y hortalizas propias de la zona.Rous Vergara, coordinadora del proyecto, en su casa de Chiclana. REYNA Algo tan aparentemente sencillo ha costado años, pero ya ha permitido la primera recolecta en una huerta de 40x40 (1.600 metros cuadrados). En marzo debe llegar la segunda, con otro espacio del mismo tamaño para la siembra. Una cada tres o cuatro meses sería la idea.La conexión entre Chiclana y este pueblo situado a 700 kilómetros de Dakar, en la región de Tambakounda, es posible gracias a la Asociación Senegalesa Bouloukounda (ASB) que tiene origen en Barcelona, pero ahora agarra con fuerza en Chiclana y a su colaboración con la entidad local Lanaya, formada por esas 29 mujeres.Desde la localidad gaditana, al trabajo diario de las senegalesas que trabajan sobre el terreno se suma la colaboración de voluntarios como Gema, Esther, Eva, Mónica o Kike. Ellos se han involucrado ahora en el proyecto que iniciaron en la capital catalana Rosa María Vergara, Rous, además de Karen, como tesorera y Mbanding como presidente. Varias de las mujeres de la asociación Lanaya, apoyada desde Chiclana, trabajan en el huerto. ABSCada uno aporta lo que puede. Hay labores de coordinación y comunicación, búsqueda de donaciones y ayudas pero en el equipo también hay una pastelera o un músico. Todos trasladan sus manos, ideas, proyectos, algunas medicinas y el dinero que pueden en sus frecuentes estancias en Senegal.La próxima salida desde Chiclana está prevista a mediados de enero y el mayor de sus propósitos está en recaudar, entre escala y escala, más aportaciones económicas, particulares o institucionales, empresariales o colectivas, con las que poder reforzar los avances en el reseco suelo senegalés.Los que quieran colaborar pueden informarse en la web asb-lanaya2-ong.org o dirigirse al correo electrónico asb.bouloukounda@gmail.com también a sus espacios en redes sociales como Instagram (@asb_lanaya2_ong) o Facebook (ASB Lanaya2 ONG). La primera cosecha, el primer salto"Empezamos una nueva fase del proyecto en mayo, las mujeres en Senegal empezaron a desbrozar enseguida y plantaron pronto. Ya tienen la primera cosecha gracias a los primeros pozos. Bouloukounda tiene nueve pozos pero cuatro están contaminados de químicos o aguas fecales".Recuperar y mantener otros, con abastecimiento permanente gracias a bombas de energía solar que sólo funcionan durante el día, es el primer paso que ha podido culminar ASB. "La escasez de lluvia hace que prácticamente no haya agua".El funcionamiento de los pozos es el elemento clave para que aparezcan las cosechas. ABS"La sequía crónica tiene un enorme impacto en las vidas de sus 2.000 habitantes, casi todos mujeres y niños. Los hombres se han quedado en el camino de la migración, en el mar", dice Rous, la mujer que conecta Barcelona, donde nació, y Chiclana, donde vive actualmente.La chiclanera adoptiva dice sentirse "conmovida por la respuesta de la gente en la provincia de Cádiz. En pocos meses han sido muchas las personas que se han volcado con este proyecto".Todo empieza y termina en el aguaLa falta del único líquido esencial para la vida condiciona a todos los habitantes desde su nacimiento, "dificulta la higiene pero sobre todo impide hidratarse, cocinar, alimentarse de forma regular y con los mínimos requisitos de salubridad".Todas esas necesidades pueden empezar a quedar cubiertas a partir del mayor prodigio de la simpleza natural: riego y cosecha. Los primeros frutos aparecieron y han dado de comer diariamente a más de 300 personas, una quinta parte del pueblo. Cuando los 1.600 metros cuadrados actuales de huerta sean el doble, la producción crecerá en idéntica proporción.Al habitual abastecimiento de arroz, los habitantes pueden añadir ahora proteína vegetal, frutos del huerto como el ocra (también conocido como gombo o quingombó), comparable a un pimiento verde no picante, básico en su alimentación."En organización interna, en sistemas y turnos de trabajo, reparto de alimentos, educación, nos dan mil vueltas, nos dan lecciones cada vez que estamos allí"Según agarren y broten los pozos y las semillas, gracias al trabajo constante de las 29 mujeres de Lanaya y la ayuda de ASB, aparecen el kano, el diakatto, una especie de lechuga llamada salato y el boroboro.El objetivo es repetir el ciclo de cosechas de forma regular, que surja más agua y crezcan las plantas cada tres o cuatro meses. Si ese objetivo se cumple, la alimentación de todo Bouloukounda dará un salto impensable hace pocos meses."Levantarse por la mañana, coger el arroz que ya tienen y poder ir al huerto, coger una ocra, un poco de boroboro y meterlo en una olla con un fuego que hacen en la tierra, en el suelo, supone mejorar la alimentación de cientos de personas", detalla Rous con la emoción de haberlo presenciado."Nos dan mil vueltas, nos dan lecciones cada día que estamos allí"El objetivo —así de pequeño, grande, simple o complejo— es trasladar la solidaridad, la ayuda, desde Barcelona y Chiclana hasta ese paraje en el interior de Senegal, "extremadamente pobre en recursos aunque rodeado de unos parques naturales increíbles, seis tiene Senegal".Más allá de las infraestructuras, los aparatos para obtener el agua o las semillas, las mujeres senegalesas necesitan pocas lecciones "en organización interna, en sistemas y turnos de trabajo, reparto de alimentos, educación, nos dan mil vueltas, nos dan lecciones cada día que estamos allí".Cuando los pozos con sus bombas estén asentados, cuando las cosechas sean regulares, nadie quiere conformarse. Los siguientes sueños es que los restos de esas verduras puedan alimentar gallinas y otros animales para que el autoabastecimiento de carne, una pequeña ganadería, también se produzca.La próxima estancia de la asociación está prevista para enero de 2026. REYNA Con la energía eléctrica recién llegada a Bouloukounda gracias a un programa revolucionario del nuevo gobierno, la mejora de la alimentación permitirá ajustar el resto de aspectos sociales y económicos."Los niños podrán ir con más regularidad a la escuela, abierta hace unos 20 años, porque no tendrán que ayudar tanto a sus madres. Los artesanos de la madera, el bambú, los herreros podrán producir más piezas que vender junto una carretera cercana, la única de Senegal que atraviesa el país"."Con ese dinero, algunos podrán comprar, ojalá, algo de maquinaria y crecer. También es posible, más adelante, si conseguimos ayuda, pensar en que puedan producir crema de karité, abundante en la zona, de mucha calidad y muy apreciada en la industria cosmética mundial", imagina Rous en su casa de Chiclana.La representante de ABS en Chiclana está sorprendida por la acogida. REYNA Los ingresos medios mensuales de una familia en esta zona de Senegal equivalen a unos 150 euros, al cambio, cualquier inversión -la instalación eléctrica básica cuesta unos 400- es una montaña para los habitantes del poblado. Rous llegó por primera vez en 2019, volvió en 2020 y entonces se creó el primer huerto.El autoabastecimiento como retoHan sido necesarios cinco años para reunir dinero con fondos, donaciones y esfuerzos para equipar los pozos con los que ha llegado la primera cosecha. El tópico de dar pescado o enseñar a pescar hecho realidad y carne. En realidad, verduras. El autoabastecimiento como reto con el trueque como sistema económico más común en el pueblo.Con pasado colonial francés, la zona en la que actúa ABS y viven las integrantes de Lanaya está poblada por miembros de la tribu mandinga, el wolof es el idioma más común. "Poca gente habla francés, a veces hay que hacer cuatro, cinco traducciones, de un idioma a otro, para recibir o enviar un mensaje pero aunque parezca increíble, la comunicación es excelente".La evolución del sueño humanitario de unos cuantos chiclaneros, catalanes y senegaleses también parece que se acerca al éxito aunque siempre parece frágil, siempre necesita más apoyos, nuevos y constantes.