Lo veo cada mañana en la misma parada de autobús en la que, durante años, yo esperé al mío. Por entonces yo iba en compañía de la inmensa pena del creativo estabulado, pero a él le solía acompañar su madre, que era una anciana con aire deportivo, que es el aire que tienen las mujeres elegantes a ciertas horas de la mañana. No hablaban entre sí, pero se percibía buena relación. Él tenía unos 50 y síndrome de Down : cara serena, nariz hundida, facciones suaves y gesto limpio; sus ojos rasgados parecían mirar más adentro que afuera, como si en su mundo las cosas importantes no se vieran y bastara con sentirlas; un ligero prognatismo y una lengua que... Ver Más