Análisis: la bonanza del oro 'no brilla' y la incertidumbre sigue presente en el mundo

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Que la humanidad lleva miles de años sometida al embrujo del oro es algo imposible de negar. Desde las épocas del antiguo Egipto hace 5.000 años, este mineral amarillo y maleable ha sido objeto de fascinación y leyenda.(Vea: ¿El oro mantendrá su tendencia alcista en el mercado? Lo que dicen las proyecciones).Entre los griegos, la historia del rey Midas de Frigia, quien recibió el poder de convertir en el metal precioso todo lo que tocaba, fue repetida de generación en generación. Y a lo largo de los siglos, la obsesión por atesorarlo ha sido determinante de numerosas guerras y traiciones.Basta recordar que en la conquista de América este fue el factor determinante. El mito de El Dorado inspiró múltiples expediciones fallidas y todo tipo de atropellos contra los indígenas, por parte de aquellos que iban en busca de una ciudad que contenía una riqueza nunca vista. Siglos después, la fiebre del oro en California acabaría siendo fundamental para que México perdiera buena parte de su territorio.Para la economía, el patrón oro fue el sistema monetario dominante durante décadas en decenas de países, incluyendo a Colombia, en donde hasta hace casi 100 años cada peso equivalía a 1,67 gramos. Cuando en 1971 Estados Unidos dio por terminada la convertibilidad del dólar, se evolucionó hacia un esquema basado en la confianza, que sigue vigente.A pesar de ello, el metal no ha perdido relevancia. Aparte de que su utilización con destino a joyas se mantiene en aumento en un planeta en donde exhibirlo se asocia con estatus y poder, es un activo de reserva fundamental, almacenado en bóvedas blindadas en los cinco continentes.Oro.AFPAnte la duda…También es un refugio en tiempos de incertidumbre. Debido a ello, el hecho de que el valor de la onza de oro (que equivale a 31,1 gramos) haya superado los 4.000 dólares la semana pasada acabó siendo una especie de campanazo de alerta que se escuchó en todo el planeta.El motivo es que, en lo que va de 2025, el alza en su valor sobrepasa el 50%. Y si el lente se amplía a los últimos dos años, el salto ha sido del doble. En comparación, el índice S&P 500, que refleja el precio de las acciones en la bolsa de Nueva York, registra un avance del 13% en los pasados 12 meses. (Vea: ANM presentará el paquete de términos para ronda minera de cobre, oro y polimetálicos).Cada vez que el metal supera un techo simbólico hay un episodio que lo explica. En 2011, cuando la crisis financiera global tocó las puertas de Europa, la onza llegó a 1.000 dólares; en 2020, con ocasión de la pandemia, alcanzó los 2.000; y en marzo pasado, poco antes de que Donald Trump concretara su promesa de campaña de elevar los aranceles que pagan las importaciones que entran a Estados Unidos, se ubicó en los 3.000 dólares.Ahora la razón puntual está relacionada con la disputa en Washington en torno a las asignaciones presupuestales que llevaron al cierre parcial del gobierno federal. Tras alcanzar un máximo histórico de 4.040 dólares por onza debido al impasse, las cotizaciones bajaron un poco hasta que el viernes la amenaza de la Casa Blanca de enfilar de nuevo vez baterías contra China, desató otra oleada de aumentos. No obstante, lo que resulta evidente es que hay corrientes más poderosas debajo de la superficie. Tal como lo explicó la semana pasada la directora del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, los bancos centrales de decenas de países han venido comprando cantidades importantes del metal, que ahora equivale a más de una quinta parte de los activos que poseen. Hace apenas tres años, a mediados de 2022, esa proporción llegó a ser inferior al 14%.Detrás de semejante recomposición, aparece la estrategia de disminuir el componente denominado en dólares. Si bien el billete verde todavía acapara la mayoría de las preferencias, el mensaje implícito es uno de diversificación que consiste en no poner todos los huevos en la misma canasta.Junto a esa demanda institucional más vigorosa, está la de los inversionistas que no ven claro el panorama. Si bien sobre el papel la economía mundial anda a un ritmo aceptable y el coletazo de las medidas tomadas por Washington parece manejable, el nerviosismo está a la orden del día. Cada vez son más las voces que hablan sobre el riesgo de un descalabro en los mercados. Mientras las principales bolsas llegan a nuevos récords suenan las advertencias respecto a la posibilidad de que se reviente una burbuja de precios altos basados más en un optimismo irracional que en realidades.(Vea: El pueblo de Colombia que parece dormido, pero produce toneladas de oro cada año).Por ejemplo, en lo que atañe a Wall Street hay quienes aseguran que la situación actual se asemeja a la llamada burbuja de las empresas punto com, a finales del siglo pasado. Cuando vino la masificación del internet tuvo lugar una explosión de emprendimientos que alcanzaron valoraciones millonarias por cuenta de planes de negocio que, en la mayoría de los casos, no llegaron a convertirse en realidad.Algo de ese estilo podría estar sucediendo ahora, debido al entusiasmo desbordado con la inteligencia artificial. De un lado, hay inversiones enormes destinadas a la construcción de granjas de servidores, necesarios para procesar la enorme necesidad de información que exige la nueva herramienta.Nadie sabe a ciencia cierta si esa gran cantidad de cómputo adicional se va a requerir y, sobre todo, quién va a pagar por ella. Porque el otro factor es que la venta de servicios asociados a esta tecnología se mantiene en números modestos, con lo cual obtener utilidades importantes sería imposible.Oro.AFPAsí, la mayoría de las personas que accede a herramientas de inteligencia artificial lo hace de manera gratuita desde cualquier terminal. Algunos plantean que puede suceder lo mismo que ocurrió con los celulares, que pasaron de los servicios de voz a la transmisión de datos a gran velocidad sin que el usuario esté pagando más por esos avances.Ante tal posibilidad, las apuestas de los gigantes de la tecnología que se han comprometido con cientos de miles de millones de dólares en proyectos de expansión podrían ser imposibles de recuperar. Y dado que el entusiasmo en este sector explica el buen momento de las acciones, un giro súbito daría lugar a una debacle de enormes proporciones, con ramificaciones sobre el patrimonio de millones de hogares, la salud de los grandes bancos, el crecimiento económico y las finanzas de las naciones más ricas.A lo anterior hay que sumarle una situación geopolítica de una gran complejidad. Para nadie es un misterio que las fuentes de tensión a nivel global son más numerosas ahora y van desde la guerra en Ucrania hasta cómo evolucione la situación en Gaza, pasando por el desenlace de la crisis en Venezuela. En la lista de preocupaciones aparece una eventual invasión de China a Taiwán, la actitud hostil de Corea del Norte, la inestabilidad política en Europa y la creciente polarización en Estados Unidos que afecta el funcionamiento de su democracia.(Vea: Investigadores desarrollan método para extraer oro de residuos electrónicos).Como si eso no fuera suficiente, las deudas de particulares y gobiernos están en un máximo histórico, sin que sea claro lo que puede pasar con la inflación y las tasas de interés. Si a eso se le agrega el impacto del calentamiento global o el envejecimiento de la población mundial, no hay duda de que hay razones de fondo para fruncir el ceño cuando se mira al futuro.Es por eso que nada hace pensar que, en medio de tantas dudas sobre el porvenir, la fiebre del oro actual encuentre un remedio pronto. De hecho, hay una especie de contagio ante la búsqueda de más refugios, que se ha transmitido a otros metales como la plata e influye sobre los criptoactivos, como el bitcoin.Piezas en oro.AFPEfecto localTodo lo anterior sirve para analizar lo que esta situación significa para Colombia, que es uno de los 15 productores más grandes de oro en el ámbito mundial y el cuarto de América Latina. En materia de exportaciones, este renglón ocupa hoy el cuarto lugar, por debajo de petróleo, café y carbón, con 2.742 millones de dólares vendidos entre enero y agosto de 2025.Como recordó William Buiter en un texto escrito para el diario Financial Times, las existencias del metal amarillo en el mundo ascendieron a 216.265 toneladas a finales del año pasado. De esta cantidad el 45% corresponde a joyería, mientras que el resto se encuentra en monedas y lingotes en poder de particulares, al igual que en las bóvedas de los bancos centrales. Una parte adicional corresponde a aparatos, pues por sus propiedades de conductividad el elemento es usado sobre todo en el campo de la tecnología. Semejante inventario es el resultado de siglos de acumulación. La producción anual de oro es cercana a las 5.000 toneladas, de las cuales un 75% viene de minas y el resto es reciclado. A nivel de la cincuentena de países que en el planeta extraen una cantidad relevante, China encabeza la lista, seguido por Rusia y Australia, mientras que en Latinoamérica el liderazgo lo tienen México, Perú y Brasil.Lo ocurrido con las cotizaciones ha ocasionado una verdadera bonanza en aquellas naciones que cuentan con depósitos importantes. Por ejemplo, las montañas del Asia central cuentan con las reservas más importantes de ese continente, lo cual ha beneficiado a países como Kazajistán, Uzbekistán y Kirguistán, antiguas repúblicas del bloque soviético.Pero detrás del auge hay historias oscuras, que incluyen la expoliación sin control de los recursos naturales, el desplazamiento de poblaciones nativas y la violencia asociada al control de una actividad particularmente lucrativa. No hay que olvidar que un gramo de oro se puede vender hoy en casi 125 dólares, mientras el costo de sacarlo de la tierra es una fracción de esa cifra, algo que depende del tipo de operación que se utilice y del uso de técnicas responsables con el medioambiente.(Vea: No lo creerá: estos son los cuatro países latinos con las mayores reservas de oro).Lamentablemente para Colombia, el panorama es poco alentador. Según datos del World Gold Council, la producción nacional fue de unas 66 toneladas en 2024, una cantidad que duplica la de Chile.Sin embargo, a diferencia de ese país, en nuestro caso unas dos terceras partes de la suma provienen de explotaciones informales o ilegales. En estas últimas se han producido daños irreparables en las cuencas de decenas de ríos y en la contaminación de aguas con mercurio. La destrucción ocasionada por dragas y maquinaria amarilla es visible desde la ventanilla de un avión que sobrevuele partes de Antioquia, Córdoba o el sur de Bolívar en un día despejado. Muchos de esos ‘entables’ cuentan con la protección de grupos armados que cobran una parte de lo que se saca u operan directamente en varios puntos de la geografía. Si bien las autoridades hacen controles que incluyen la destrucción de instalaciones, la verdad es que el país sigue perdiendo la batalla en esta materia. Además, las empresas que cumplen con las normas se encuentran bajo el asedio de los violentos, lo cual incluye hostigamientos y ataques con pérdida de vidas.Así las cosas, en lugar de que la coyuntura actual sirva para sembrar el progreso en las zonas productoras, aparece el fantasma de una mayor inestabilidad. Resulta irónico que, en medio de las tribulaciones globales, Colombia se expone a quedarse con el pecado de los coletazos por la incertidumbre y sin el género que acompañaría el ser un exportador importante del metal amarillo. De ahí que siga pendiente enmendar la plana y comenzar a hacer las cosas bien. Proteger los derechos de las poblaciones que viven de la minería no se contrapone con combatir a los criminales que se lucran de su explotación, ni mucho menos con promover la formalización y el uso de las mejores prácticas en las operaciones de todos los tamaños. Esa sería la única manera de no tener que repetir hasta el cansancio que en Colombia el oro no brilla.RICARDO ÁVILA PINTOEspecial para EL TIEMPOEn X: @ravilapinto