En un laboratorio de la Universidad Johns Hopkins, un grupo de células madre humanas se ha organizado por sí mismo. Se agrupan, crecen, establecen conexiones eléctricas y comienzan a comunicarse como lo haría un cerebro en sus primeras etapas. No son humanos, ni sienten, ni piensan. Pero su actividad empieza a parecerse demasiado a la de un cerebro real.