(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 11.11.2025).- Por la tarde-noche del sábado 11 de octubre, el Papa León XIV presidió una vigilia mariana de oración en la Plaza de San Pedro. En la vigilia de oración estuvo presente la imagen original de la Virgen de Fátima. La imagen fue llevada a Roma, desde Portugal, en ocasión del Jubileo de la Espiritualidad Mariana. Esta vigilia de oración fue convocada por el Papa León XIV el pasado 23 de septiembre, durante la audiencia general, para pedir a Dios el don de la paz en el mundo. La vigilia coincidió con la memoria litúrgica del Papa san Juan XXIII quien en su encíclica “Pacem in Terris” hizo un llamado a la paz en el contexto de la Guerra Fría. Ofrecemos a continuación la traducción al español de las palabras del Papa (las letras en negrita con las que empieza los apartados son parte del texto original):***Queridos hermanos y hermanas:nos hemos reunido en oración, esta noche, junto con María la Madre de Jesús, como solía hacerlo la primera Iglesia de Jerusalén (Hch 1,14). Todos unidos, perseverantes y con un mismo sentir, no nos cansamos de interceder por la paz, don de Dios que debe convertirse en nuestra conquista y nuestro compromiso.Espiritualidad mariana auténticaEn este Jubileo de la espiritualidad mariana, nuestra mirada como creyentes busca en la Virgen María la guía de nuestra peregrinación en la esperanza, contemplando sus «virtudes humanas y evangélicas, cuya imitación constituye la más auténtica devoción mariana» (Cf. Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen Gentium, 65.67). Como ella, la primera creyente, queremos ser un seno que acoja al Altísimo, «humilde tienda del Verbo, movida sólo por el viento del Espíritu» (S. Juan Pablo II, Angelus, 15 agosto 1988). Como ella, la primera discípula, supliquemos el don de un corazón que escucha y se vuelve fragmento de un cosmos que acoge. A través de ella, Mujer dolorosa, fuerte y fiel, pidamos que nos alcance el don de la compasión hacia todo hermano y hermana que sufre, y hacia todas las criaturas.Contemplemos a la Madre de Jesús y al pequeño grupo de mujeres valientes al pie de la Cruz, para aprender también nosotros a permanecer, como ellas, junto a las cruces infinitas del mundo, donde Cristo sigue crucificado en sus hermanos, para llevarles consuelo, comunión y ayuda. En ella, hermana de humanidad, nos reconocemos, y con las palabras de un poema le decimos:“Madre, tú eres cada mujer que ama;madre, tú eres cada madre que lloraa un hijo asesinado, a un hijo traicionado.Estos hijos que nunca terminan de ser aniquilados» (Cf. D. M. Turoldo).Bajo tu protección buscamos refugio, Virgen de la Pascua, junto con todos aquellos en los que se sigue completando la pasión de tu Hijo.Hagan lo que él les digaEn el Jubileo de la espiritualidad mariana, nuestra esperanza se ilumina con la luz suave y perseverante de las palabras de María que nos refiere el Evangelio. Y de entre todas ellas, son valiosas las últimas pronunciadas en las Bodas de Caná, cuando, señalando a Jesús, dice a los sirvientes: «Hagan todo lo que él les diga» (Jn 2,5). Después no hablará más. Por tanto, estas palabras, que resultan casi un testamento, deben ser muy queridas por los hijos, como todo testamento de una madre.Todo lo que él les diga. Ella está segura de que su Hijo hablará, su Palabra no ha terminado, sigue creando, generando, llenando el mundo de primaveras y de vino las ánforas de la fiesta. María, como una señal indicadora, orienta más allá de sí misma, muestra que el punto de llegada es el Señor Jesús y su Palabra, el centro hacia el que todo converge, el eje alrededor del cual giran el tiempo y la eternidad.Cumplan su Palabra, recomienda. Cumplan el Evangelio, conviértanlo en gesto y cuerpo, en sangre y carne, en esfuerzo y sonrisa. Cumplan el Evangelio, y la vida se transformará, de vacía a plena, de apagada a encendida.Hagan todo lo que él les diga: todo el Evangelio, la palabra exigente, la caricia consoladora, el reproche y el abrazo. Lo que entiendes y también lo que no entiendes. María nos exhorta a ser como los profetas: a no dejar caer en el vacío ni una sola de sus palabras (cf. 1Sam 3,19).Y entre las palabras de Jesús que no queremos dejar pasar, una resuena especialmente hoy, en esta vigilia de oración por la paz: la dirigida a Pedro en el huerto de los olivos: «Envaina tu espada» (Jn 18, 11). Desarma la mano y, antes aún, el corazón. Como ya he mencionado en otras ocasiones, la paz es desarmada y desarmante. No es disuasión, sino fraternidad; no es ultimátum, sino diálogo. No llegará como fruto de victorias sobre el enemigo, sino como el resultado de sembrar justicia e intrépido perdón.Envaina la espada es la palabra dirigida a los poderosos del mundo, a quienes guían el destino de los pueblos: ¡tengan la audacia de desarmarse! Y al mismo tiempo es dirigida también a cada uno de nosotros, para hacernos cada vez más conscientes de que no podemos matar por ninguna idea, fe o política. Lo primero que hay que desarmar es el corazón, porque si no hay paz en nosotros, no daremos paz.Entre ustedes no debe ser asíEscuchemos de nuevo al Señor Jesús: los grandes del mundo se construyen imperios con el poder y el dinero (Cf. Mt 20,25; Mc 10,42), «Pero entre ustedes no debe ser así» (Lc 22,26). Dios no actúa así: el Maestro no tiene tronos, sino que se ciñe una toalla y se arrodilla a los pies de cada uno. Su imperio es ese pequeño espacio que basta para lavar los pies de sus amigos y cuidar de ellos.Es también la invitación a adquirir un punto de vista diferente para mirar el mundo desde abajo, con los ojos de quien sufre, no con la óptica de los potentes; para ver la historia con la mirada de los pequeños y no con la perspectiva de los poderosos; para interpretar los acontecimientos de la historia desde el punto de vista de la viuda, del huérfano, del extranjero, del niño herido, del exiliado, del fugitivo. Con la mirada de quien naufraga, del pobre Lázaro, tirado junto a la puerta del rico epulón. De lo contrario, nunca cambiará nada y no surgirá un tiempo nuevo, un reino de justicia y paz.La Virgen María lo hace también así en el cántico del Magnificat, cuando dirige su mirada a los puntos de fractura de la humanidad, allí donde se produce la distorsión del mundo, en el contraste entre humildes y poderosos, entre pobres y ricos, entre sacios y hambrientos. Y elige a los pequeños, se pone de la parte de los últimos de la historia, para enseñarnos a imaginar, a soñar juntos con ella los cielos nuevos y la tierra nueva.Bienaventurados ustedesHagan todo lo que él les diga. Y nosotros nos comprometemos a que se haga nuestra carne y pasión, historia y acción, la gran palabra del Señor: “Bienaventurados ustedes, los que trabajan por la paz” (cf. Mt 5,9).Bienaventurados ustedes: Dios da alegría a quienes engendran amor en el mundo, alegría a quienes, en lugar de vencer al enemigo, prefieren la paz con él.Ánimo, adelante, en camino. Ustedes que construyen las condiciones para un futuro de paz, en la justicia y el perdón; sean mansos y decididos, no se desanimen. La paz es un camino y Dios camina con ustedes. El Señor crea y difunde la paz a través de sus amigos pacificados en el corazón, que a su vez se convierten en pacificadores, instrumentos de su paz.Nos hemos reunido esta noche en oración alrededor de María, Madre de Jesús y Madre nuestra, como los primeros discípulos en el cenáculo. A ella, mujer profundamente pacífica, reina de la paz, nos dirigimos:Ruega con nosotros, Mujer fiel, sagrado seno del Verbo.Enséñanos a escuchar el grito de los pobres y de la madre Tierra,atentos a las llamadas del Espíritu en el secreto del corazón,en la vida de los hermanos, en los acontecimientos de la historia,en el gemido y en el júbilo de la creación.Santa María, madre de los vivos,mujer fuerte, dolorosa, fiel,Virgen esposa junto a la Cruz,donde se consuma el amor y brota la vida,sé tú la guía de nuestro compromiso de servicio.Enséñanos a detenernos contigo junto a las infinitas crucesdonde tu Hijo sigue crucificado,donde la vida está más amenazada;a vivir y dar testimonio del amor cristianoacogiendo en cada hombre a un hermano;a renunciar al oscuro egoísmopara seguir a Cristo, verdadera luz del hombre.Virgen de la paz, puerta de la esperanza segura,¡acoge la oración de tus hijos!Gracias por leer nuestros contenidos. 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