Sanlúcar, a la vanguardia en la lucha contra el acoso escolar: "Nos llegan dos o tres casos a la semana"

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A un niño le bajaban los pantalones todos los días en el colegio. A otro, de 12 años, le amenazaban con una navaja. Una niña, muy buena estudiante, no entregaba las tareas porque se las rompían antes de entrar. Cuatro adolescentes esperaban a la salida de clases para golpear a otro. Otros dos han intentado suicidarse por las burlas. No son casos ficticios. Todos son acosadores y acosados reales detectados en distintos centros educativos de la provincia de Cádiz.A estos se suman otros 500 ejemplos que la Asociación Anti Bullying de Sanlúcar (ABSA) ha tratado de cerca. José Manuel Parada García, sanluqueño de 57 años, está al frente de esta organización que lucha contra el acoso escolar desde 2020. “Semanalmente nos llegan dos o tres casos”, dice. De todos ellos, seis acosadores se han acercado para pedir ayuda, el resto, eran víctimas de un martirio que en han soportado en silencio. Él ha podido conocer todo tipo de historias pero, en ninguna de ellas ha habido arrepentimiento por parte de quienes hacen daño. "Y muchas veces los padres justifican las maldades", lamenta.Jose Manuel acaba de practicar Lap Sao, arte marcial chino que aprende Clara. La joven, de 22 años, natural de Sanlúcar, va a las clases de defensa personal que este maestro imparte con el fin de subir la autoestima de quienes han sufrido bullying. Ella sabe lo que es. Lo ha experimentado en sus carnes desde muy pequeña. “He vivido un sentimiento de aislamiento desde los cinco años. A mí me costaba encajar. Era una persona un poco más reflexiva y no conseguía establecer un grupo de amigos”, expresa.Clara practicando Lap Sao con José Manuel.   MANU GARCÍAClara se remonta en el tiempo para compartir con lavozdelsur.es un testimonio valioso que seguro ayudará a futuras generaciones. “En quinto de primaria, ya ni siquiera me invitaban a los cumpleaños cuando siendo más pequeña sí lo hacían, y en mi clase todas las niñas habían tenido novio menos yo”, detalla.La joven se sentía “muy desplazada” y “excluida” y se pasaba los recreos sola. Cuando entró en el instituto tenía la esperanza de que todo cambiase, pero no fue así. “La gente empezó a tenerme entre cena y ceja y no quería estar conmigo”, dice la sanluqueña, que acabas de llegar de un centro diferente.Los compañeros de su antiguo centro influyeron en su primera relación amorosa. “Empezamos a salir y a las dos semanas, de repente me dijo, cortamos. Era la primera persona a la que yo le había parecido interesante y vi que los demás habían influido y habían estado riéndose de él porque le gustaba”, sostiene.Según comparte, a partir de 2º de ESO la situación empeoró. “Nadie se quería poner conmigo en ningún tipo de grupo de ninguna asignatura. No me invitaban a ningún tipo de fiesta, o sea, no querían nada conmigo básicamente”, expresa.Clara comparte su caso con lavozdelsur.es.   MANU GARCÍACuando encontró a unas niñas que sí la aceptaban en su grupo, descubrió que ellas no tenían buenas intenciones. “Realmente eran las más malas. Se metían conmigo todo el tiempo, me hacían burlas, me humillaban. Yo era el saco de boxeo personal de esas cuatro personas”, recuerda.Al curso siguiente, el acoso no cesó. Al contrario, fue a más después de decidir empezar una dieta vegana. “Para ellas era algo más de lo que reírse”, dice con un hilo de voz. A Clara se le vienen a la mente numerosas situaciones en las que le hicieron sentirse “muy ridícula”. Por ejemplo, una de las niñas era aficionada a la tauromaquia y solía increparla. “Hacía con los brazos como si tuviera un capote y me toreaba porque sabía que yo estaba en contra de eso”, dice esta joven que tantas veces escuchó como los demás le llamaban “rara” o se reían de ella.“No me vacilaban pero me ponían caras de asco, no querían tocarme. Eso te deja una huella grande a la autoestima”, expresa.Todo ese acoso recibido le afectaba a sus estudios, en los que ya de por sí encontraba dificultades al tener “TDAH no diagnosticado”. Era habitual que le costara mucho concentrarse y siempre necesitaba más tiempo para completar sus exámenes. Cuando llegaba a casa, solo quería ver vídeos y películas y “olvidarme de todo”.Detalle de las manos de la sanluqueña durante la entrevista.  MANU GARCÍAPor entonces, la sanluqueña pensaba que ella era el problema. Una creencia que, según José Manuel, se repite en la mayoría de los casos. Cuando finalizó el instituto empezó a ir al psicólogo y echo la matrícula para estudiar Bellas Artes en Sevilla, carrera que completó el año pasado, con mucho esfuerzo.Reconoce que sabía que estaba siendo víctima de bullying pero que nunca se lo contó a nadie hasta que acabó el Bachillerato. “Se lo conté a mi madre. Yo era muy muy cerrada de pequeña porque tenía mucha vergüenza de mostrar mi vulnerabilidad”, expresa Clara, que comparte que nunca lloró pese al dolor que sentía a diario.Han pasado siete años desde que salió del centro educativo donde sufrió el acoso. Pero las marcas no se han borrado. “No considero que lo haya superado ni un 50% a día de hoy”, dice. Además, el miedo continúa latente. “Lo tengo cuando salgo de fiesta, pero no porque me vayan a pegar, nunca lo han hecho, sino por que me las encuentre y me increpen. Sigo sintiéndome indefensa”, comenta.Todo este tiempo aguantó en soledad. No era capaz de hablarlo con su madre, que sabía desde un principio que algo pasaba. “Ella acudía al colegio y le daban largas. Estaba totalmente confundida. De los profesores, ninguno me tendió la mano”, comenta.Ahora, Clara nota un gran avance. Puede hablar de ello gracias a su relación con esta asociación provincial que conoció por carteles informativos. Decidió contactar con José Manuel cuando acabó la carrera, en 2024, y, desde entonces, participa en las distintas actividades que organizan, desde convivencias hasta clases de defensa personal.“Desde que tuve en consciencia lo que sufría, siempre he pensado que era algo con lo que yo estaba en contra, y no algo de lo que yo quería huir. Yo me proyecto en los niños y no quiero que les pase eso”, dice sobrecogida.Cinco años de lucha incansableDesde ABSA, José Manuel ya ha organizado más de cien talleres de prevención por distintos centros educativos. Seis horas en las que, además de concienciar, salen a la luz nuevos casos. Él está convencido de que la primera herramienta para luchar contra el acoso escolar es la visibilidad.José Manuel explica cómo llegó a fundar esta asociación.  MANU GARCÍA“Hemos tenido niños que nos han dicho, necesito ayuda porque soy un acosador”, explica este docente que aboga por una mayor formación. En estos espacios, las víctimas levantan la mano y son capaces de identificar si han vivido algo parecido. “En un taller nos enteramos del caso de otro niño y se creó un grupo entre ellos mismos para protegerlo”, recuerda José Manuel, que ya sabe detectar si hay acoso solo con un vistazo al patio del colegio.Esta lacra le ha acompañado desde siempre. Él también sufrió acoso escolar cuado era pequeño, razón por la que se apuntó a boxeo. Y su hijo, con 16 años, también fue víctima. “Por entonces se solucionaba de otra forma. Ahora la figura del profesor y de los padres se ha deteriorado mucho y es muy difícil”, reconoce.El caso de su hijo fue el impulso para fundar esta asociación que a tantas familias ha ayudado. Para él, no fue fácil afrontar que el amigo de su hijo desde los 3 años estaba causándole problemas. Él iba a su casa y sus padres eran sus amigos. “Mi hijo sufría desvanecimientos y no sabíamos de qué era. Cuando tuvo el enfrentamiento con el amigo, lo llevamos al psicólogo y ahí nos enteramos. Él no nos dijo nada”, dice visiblemente emocionado.A partir de ese momento, José Manuel pidió ayuda, pero todas las puertas se cerraban en sus narices. "Yo había sido director de un centro educativo, tenía contactos, pero todo el mundo se echaba para atrás. Gracias al psicólogo nos dieron el traslado del centro”, recuerda. Tras la etapa escolar, los acosadores continuaron molestando hasta el punto de que tuvo que ir a juicio.El maestro imparte clases de defensa personal a las víctimas de acoso escolar.  MANU GARCÍALa incomprensión y la desesperación le llevaron a crear esta asociación nacida en pandemia para ayudar. Este maestro llegó a matricularse en posgrados para encontrar la clave para sacar a su hijo del hoyo y, finalmente, lo consiguió. Pronto, recibió llamadas de Chipiona, Trebujena, Rota o Cádiz.Rechazo a la apertura de protocolosPara cualquier centro educativo, abrir un protocolo por un caso de bullying supone un esfuerzo que en la mayoría de los casos no se asume. “Cuando pides abrirlo, todo el mundo se pone en contra tuya. Y cuando se abren casi siempre se cierran”, dice.Según datos de la consejería de Educación de la Junta de Andalucía, en el curso 2022/2023, se detectaron medio millar de casos de acoso escolar en el sistema público andaluz. “De esos 500, el 75% se cierran”, lamenta.José Manuel asegura que hay numerosos docentes y psicólogos que desconocen el proceso de apertura o cierre de un protocolo. Además, en los centros educativos se percibe como algo negativo, ya sea por el engranaje burocrático que supone o por sentirse señalados. Sin embargo, él insisten en que es positivo. “Es una herramienta para acabar con el acoso y le estamos salvando la vida a un niño o a una niña”, sentencia.La asociación ha tratado cerca de 500 casos en la provincia de Cádiz.   MANU GARCÍAEn alguna ocasión, le ha costado hasta cuatro meses convencer a un colegio para abrir un protocolo, y, en otras, ha tenido que llamar a la Policía al ser la directora quien se negaba rotundamente. La asociación cuenta con el respaldo de administraciones y cuerpos de seguridad para poder actuar.“Esto no es un problema de niños, es un problema de adultos. Y no es un tema escolar, es un tema social. Tener el apoyo de la sociedad, les ayuda a salir del agujero en el que creen que están”, expresa. También hace hincapié en que “no se señala a quien hay que señalar, que es el acosador”, y, el 70% de los acosadores acaban interactuando con la sociedad de esta forma el resto de sus vidas.Pese a que todavía queda mucho por hacer, desde ABSA transmiten esperanza. Según explican, la mayor parte de los casos salen adelante. Su objetivo es hacer recapacitar a los acosadores y observadores y que, aquellas personas que hayan sido víctimas, ayuden a otras con sus testimonios.“Hay que concienciar de que hay que hablar del acoso, es la enfermedad del silencio, pero hay que hablarlo”, comenta.Desde la asociación, José Manuel pone su granito de arena. Ha creado la denominación ciudad antibullying y ya se han sumado 15 en toda la provincia gaditana. Esto significa que hay mesas de trabajo con profesionales, campañas de visibilización y formación.José Manuel sonríe al recordar las palabras de su hijo cada vez que habla de su vivencia en los talleres. “¿Por qué no voy a hablar de esto? El que tiene que tener vergüenza es el que me ha hecho daño a mí”.La primera ciudad 'antibullying' de EspañaSanlúcar, unida contra el acoso escolar.El 25 de septiembre de 2023, hace ahora unos dos años, Sanlúcar marcó un hito histórico. El pleno municipal aprobó por unanimidad declarar la localidad de la Costa Noroeste de Cádiz como Ciudad Antibullying, la primera de España.Concienciads todo el pleno municipal, toda la Corporación aprobó una declaración institucional contra esta lacra que sufren niños y niñas de toda España y nuestra sociedad al completo. El pleno, con su delegada de Educación Maty Cabello y la alcaldesa al frente Carmen Álvarez, hizo la lectura de un comunicado institucional, con el que se comprometieron todos los ediles a concienciar a la población y poner todo su empeño y esfuerzo en combatir esta lacra social.La asociación presidida por José Manuel Parada ha visto cumplido, de este modo, su objetivo de que Sanlúcar fuese declarada Ciudad Antibullying, un compromiso que conlleva que los vecinos y vecinas de la localidad, en especial aquellas familias y menores que observan con naturalidad dichas conductas de violencia y acoso, reconozcan que en nuestro municipio “estos actos son verdaderamente negativos y están fuera de lo que nuestra ciudadanía espera para seguir evolucionando”.