Marte es, desde hace décadas, el gran laboratorio del sueño astrobiológico. Pero parte de ese laboratorio sigue sellado: regiones a las que ninguna misión puede acercarse, aunque ofrezcan las mejores condiciones para encontrar vida. No es una decisión científica, sino un pacto internacional nacido en plena Guerra Fría para evitar contaminar otros mundos antes de comprenderlos.