Durante meses, la conversación global sobre la inteligencia artificial pareció reducirse a un único factor: los chips avanzados. Estados Unidos controla a NVIDIA y las tecnologías más punteras de semiconductores, lo que hacía pensar que tenía la ventaja estratégica asegurada. Pero una nueva lectura geopolítica está emergiendo, y cada vez más analistas coinciden: el verdadero poder detrás de la IA no son los chips, sino la energía que los alimenta.