Cuídame, oh Dios, porque en ti busco refugio. Yo le he dicho al Señor: «Mi Señor eres tú. Fuera de ti, no poseo bien alguno». Salmo 16:1-2 Amado Padre que estás en el cielo, míranos como tus hijos, y concede que podamos sentir en ti el bien supremo por todo el tiempo y la eternidad. Aun si tenemos que negarnos a nosotros mismos y hacer grandes sacrificios, tú sigues siendo nuestro tesoro, nuestra riqueza, nuestro amor y nuestra alegría. Danos fortaleza como un pueblo reunido y listo para servirte. Concédenos tu Espíritu cada vez que no entendamos lo que debemos hacer. Abríganos siempre con tu manos, y permítenos ver tus milagros en cuerpos y almas. Porque tú eres nuestro Dios, el Todopoderoso, y tú encuentras la manera de ayudarnos en todo. Amén. Artículos recientes de Plough Eberhard Arnold El tiempo se cumplirá La Navidad no llegó por ningún esfuerzo humano. Fue un milagro total. Leer Alison Milbank La cuestión de los ángeles ¿Cómo encajan los ángeles en el cosmos cristiano, y cómo se relacionan con nosotros? Leer