El tiempo pasa deprisa, no se detiene, o quizá siempre es el mismo y somos nosotros quienes vamos pasando. Pero la realidad es que la Virgen de la Encarnación de San Benito ha cumplido ya 31 años de su coronación . Parece que fue hace poco cuando la dolorosa salió bajo palio aquel diciembre de 2019, el último paso antes de la pandemia, pero lo cierto es que aquello queda ya lejos por como avanza el calendario La Virgen de la Encarnación se presentó radiante en el presbiterio del retablo mayor, luciendo una de las grandes joyas del bordado de la Semana Santa de Sevilla, el manto de salida de la Virgen de la Victoria de las Cigarreras , pieza proyectada por Pedro Domínguez López y realizada por el taller de Juan Manuel Rodríguez Ojeda entre 1895 y 1897. A lo largo de dos jornadas ha recibido la visita de multitud de fieles, atraídos por la presencia de una dolorosa sublime, verdadero estandarte de San Benito y del barrio de la Calzada, dando el tradicional beso en un año más cumplido como imagen que coronó el todavía arzobispo de Sevilla, fray Carlos Amigo Vallejo. Este fin de semana, la titular de San Benito será trasladada hasta las Hermanitas de los Pobres, un clásico de diciembre, para llevar a la Virgen a los más necesitados y vivir uno de los momentos más esperados de la hermandad a lo largo de todo un año de esta imagen que representa el misterio por el cual Dios se hace hombre en el seno de María, mostrando que lo divino y lo humano pueden unirse sin confundirse. La Encarnación confiere una dignidad inmensa al cuerpo y a la vida humana, pues Dios mismo decide habitarlos, y hace de María el primer sagrario, el templo vivo donde reside el verbo. También revela la ternura de la maternidad divina, ya que María no solo es madre según la carne, sino Madre de Dios, signo del amor que se entrega en humildad. En definitiva, la Encarnación simboliza el acto por el cual Dios se hace pequeño para que la humanidad pueda elevarse hacia Él y participar de su propia vida.