En 1969, el poeta y artista John Giorno ideó una propuesta que transformó para siempre la relación entre poesía y tecnología. Su proyecto, Dial-a-Poem, consistía en un banco de teléfonos conectado a contestadores automáticos que reproducían grabaciones poéticas al azar. Cualquiera podía marcar un número en Nueva York y escuchar un poema, una lectura o una pieza sonora. Era un modo de llevar la poesía fuera del libro, hacia un espacio cotidiano, doméstico y popular: el auricular del teléfono.Giorno creía que la poesía estaba rezagada frente a otras artes como la pintura, la música o el cine, y que necesitaba encontrar un nuevo lenguaje para comunicarse con la gente. Con la ayuda de la Architectural League of New York, montó la instalación y reunió a una generación de poetas que iban desde Allen Ginsberg y William S. Burroughs hasta Frank O’Hara. El resultado fue una experiencia imprevisible: cada llamada ofrecía una voz distinta, un poema diferente, una sensación nueva. A veces se trataba de versos beat; otras, de cantos hindúes, discursos políticos o experimentos sonoros. La sorpresa era parte esencial del proyecto: nadie sabía qué iba a escuchar al otro lado de la línea.El éxito fue inmediato y también escandaloso. Tras una breve nota de prensa, miles de llamadas saturaron el sistema telefónico, y la iniciativa atrajo la atención tanto de los medios como de las autoridades. La presencia de contenido sexual o político provocó investigaciones por parte del FBI y la Comisión Federal de Comunicaciones, que llegó a cuestionar si semejante mezcla de arte, tecnología y provocación debía permitirse. Pero el impacto cultural ya era irreversible: la poesía había encontrado una nueva forma de circular, tan accesible como radical.Con el tiempo, Dial-a-Poem se integró en museos y exposiciones, como la muestra Information del MoMA en 1970, y se convirtió en un símbolo de la experimentación artística de su época. En plena era analógica, Giorno había inventado un sistema interactivo de distribución poética, algo que anticipaba la lógica de la cultura digital. Su proyecto cuestionaba los límites del género y del medio: la poesía ya no se leía, se escuchaba; ya no se buscaba, te encontraba.Más de medio siglo después, la idea ha renacido en formato digital. Hoy, Dial-a-Poem puede escucharse desde cualquier parte del mundo a través de internet, manteniendo la aleatoriedad original y ampliando su archivo con grabaciones de poetas y artistas de distintas épocas. La propuesta conserva su espíritu inicial: ofrecer la palabra poética como una experiencia directa, inesperada y democrática. Lo que en 1969 era una llamada telefónica se ha convertido ahora en una ventana abierta a un vasto universo de voces.Dial-a-Poem no solo fue una curiosidad artística, sino un acto de insurrección cultural. Su vigencia actual demuestra que la poesía no pertenece a un tiempo ni a un formato, sino a la necesidad humana de comunicar lo inefable. Aquella voz que sonaba en el auricular de un teléfono neoyorquino hoy resuena en el mundo entero, recordándonos que la poesía —cuando se atreve a cambiar de medio— puede seguir siendo tan íntima, tan libre y tan sorprendente como una llamada inesperada.____________________________________________________________________________________________ No olvides que puedes seguirnos en Facebook.The post Dial-A-Poem: poesía a golpe de teléfono appeared first on La piedra de Sísifo.