El calendario electoral previsto por el Partido Popular en Extremadura, Castilla y León y Andalucía, con el que Alberto Núñez Feijóo quería iniciar un nuevo ciclo para tratar de demostrar la fortaleza de su formación, se ha visto alterado por la dimisión del presidente valenciano, Carlos Mazón. Si en los próximos días los conservadores no llegan a un acuerdo con Vox para elegir al sucesor del jefe del Consell, comenzará una cuenta atrás que podría abocar a unas elecciones en marzo de 2026. Feijóo hará todo lo posible por evitarlas, incluso si eso supone ceder en determinadas líneas rojas con los ultras.Para el líder nacional del PP era muy importante empezar este nuevo ciclo con buen pie y situar en el imaginario colectivo que la gestión del PP en las comunidades autónomas es ejemplar. Pero los planes de Mazón eran otros y, con su dimisión —en diferido, porque continuará en el cargo hasta que Les Corts invistan a un nuevo candidato o, en su defecto, se celebre una convocatoria electoral—, ha precipitado una negociación contrarreloj en la que Vox tiene todas las de ganar. Los ultraderechistas están fuertes en las encuestas, especialmente en la Comunitat Valenciana, lo que les sitúa en una posición aventajada.La extrema derecha es consciente de ello y así lo plasmará en sus exigencias al PP. Ya lo hizo en la negociación de 2023, en la que consiguió imponer sus políticas en materias como inmigración, la lengua, la emergencia climática o la violencia machista. Unas negociaciones que pilotó, precisamente, el síndic del PPCV, Juanfran Pérez Llorca, el favorito para sustituir a Mazón. Si no hay acuerdo, se celebrarían elecciones anticipadas con un PP que no tiene resuelto, si quiera, el debate sucesorio dentro del partido.Es más, este mismo martes el presidente de la diputación de Valencia, Vicent Mompó —el candidato aupado por la dirección autonómica del partido el pasado viernes— ha lanzado un recado a Génova al recalcar que al candidato del PP "lo elegirán los valencianos y valencianas", y se mostró seguro de que la dirección nacional, que es la tiene la última palabra, "escuchará lo que quieren los valencianos". Génova considera que lo primordial, antes que el debate orgánico, es lograr mantener la presidencia de la Generalitat.La dependencia de la ultraderecha es más visible en estos momentos que nunca. El PP no ha pactado con Vox la hoja de ruta para la sucesión en la Comunitat Valenciana, lo que deja a Santiago Abascal manos libres para decidir. El Partido Popular sólo puede sobrevivir con ellos. La ultraderecha no ha tomado partida todavía y espera a que se "aclaren" los populares sobre la figura que propondrán para la investidura.Lo que sí ha dejado meridianamente claro el líder de Vox es que quiere que el PP vaya a buscarle. Y así lo hizo Feijóo este martes, pese a que la relación entre ambos no pasa por su mejor momento, con reproches continuos por parte de ambas partes. Según fuentes de Génova, ambos mantuvieron una conversación "cordial" y con "buen tono" en la que abordaron la situación política de la Comunitat Valenciana pero en la que "no se han puesto nombres sobre la mesa para la Presidencia de la Generalitat".En la conversación telefónica, ambos coincidieron, según el PP, en la necesidad de dar "estabilidad" a la Comunitat Valenciana, "inmersa en un complejo y doloroso proceso de reconstrucción" tras la dana. La intención, según los conservadores es "alcanzar un acuerdo de cara a una nueva investidura" que será "consecuente" con "los acuerdos suscritos en mayo entre ambos partidos para la aprobación de los presupuestos" valencianos. Es decir, el PP ya asume que tendrá que ceder. Y no poco.La hemeroteca les avala. Mazón no solo fue el primero en pactar con la ultraderecha tras el 28M, también tuvo el dudoso honor de ser el primer presidente popular en alcanzar a un acuerdo con los de Abascal para aprobar los presupuestos autonómicos tras la ruptura del pasado verano. Entre las medidas acordadas se pactó dar un 25% menos de presupuesto para la Academia Valenciana de la Llengua, poner fin al convenio con la UNRWA y otras organizaciones, además la disminución de ayudas para exhumaciones.Pero Vox no será únicamente crucial en la Comunitat Valenciana. También en el resto de comicios, en los que el PP espera conseguir un resultado que les permita seguir gobernando. Sin embargo, el auge de la extrema derecha amenaza la pretensión de los conservadores de conseguir mayorías por sí solos. En Extremadura, el baremo fijado por la dirección nacional es "sumar que la izquierda junta", al igual que en Castilla y León. Por su parte, en Andalucía no se baraja otro escenario que no sea el de la mayoría absoluta.La tendencia alcista que inició Vox en octubre del año pasado, meses después de la salida de los gobiernos autonómicos y, pese a algunos altibajos, se ha mantenido inalterada desde entonces. Una subida que recogen todas las encuestas, sin excepción. Los de Abascal recogen votos de los decepcionados con el PP y los que han encontrado en el discurso ultra un motivo para acudir a las urnas. Una tendencia que Feijóo no ha logrado revertir y que corre el riesgo de pasarle factura también en sus gobiernos autonómicos. Es Vox quien tiene en sus manos el futuro del PP. Un partido que, según el expresidente José María Aznar, tiene como objetivo "acabar" con la formación de Feijóo. Eso aseguró en el acto de presentación de su último libro el pasado jueves, lo que evidencia la preocupación del principal partido de la oposición respecto a la formación de Abascal, a la que se refirió por primera vez como "extrema derecha". Frente al líder nacional del PP y miembros de su dirección, además de exministros de sus gobiernos, Aznar sostuvo que no cabe "inhibirse" y volvió a repetir que "el que pueda hacer, que haga". Feijóo comparte pero no verbaliza esa crítica, pero sí se ha abonado en los últimos días a la teoría de la "pinza" entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y Abascal. Para los conservadores, esta supuesta pinza tiene su origen en un canal de comunicación entre el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, y la mano derecha de Abascal, Kiko Méndez Monasterio, el principal ideólogo y estratega de Vox. Ambos partidos lo niegan.