Cuando en 1999, las bodegas de la Familia Torres apostaron por cultivar viñedos en el Pirineo, a 950 metros de altura, los propietarios de la empresa, con sede en Vilafranca del Penedès, ya habían empezado a notar que algo estaba cambiando en la producción de vino, que las lluvias eran cada vez más escasas y que las olas de calor se sucedían con mayor frecuencia. Ahora, "la urgencia por actuar mayor si cabe", ha proclamado este miércoles el presidente de la compañía, Miquel A. Torres, que ha puesto al mundo del vino como "símbolo de resiliencia y responsabilidad ante el cambio climático, sumando esfuerzos y apostando por la innovación".Seguir leyendo....