Y Lamine Yamal fue Messi

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Al Barça le da pereza jugar al fútbol. No es una omisión del deber, pues siguen allí tratando de conjugar el verbo maldito, pero sí una renuncia a la felicidad debido al coste que supone llegar a ella. Flick instauró una frase innegociable: para sonreír hay que presionar. El Barça cumplió y tocó el cielo, y quizás creyó que la felicidad ya le pertenecía y no hacía falta seguir molestándola para poder decir que era suya. En 20 minutos iniciales el Brujas había anotado dos goles sencillos que contradecían su pasado reciente. El Barça tiraba el fuera de juego por inercia como uno se hace el café a primera hora, casi sin prestar atención, una defensa burocrática que expone un pasotismo sorprendente de quiénes hasta hace nada mataban por cada centímetro a conquistar. Los goles encajados, hasta tres que pudieron ser cuatro o cinco, definen un estado de ausencia en el que el equipo parece vivir. Seguir leyendo....