Puede que la filmografía de Robin Williams no fuese todo lo consistente que hubiéramos querido, pero hay algo que honra al actor y comediante más que ningún premio de cine: todos los que trabajaron con él en algún momento aseguran que la experiencia fue valiosa. Una de esas personas es Ethan Hawke, que trabajó con Williams en El club de los poetas muertos cuando era un pipiolo de 18 años. Ahora, en una entrevista con Vanity Fair (vía People), el actor de Antes del amanecer ha hablado largo y tendido acerca de un momento capital para su carrera, y sobre las lecciones que aprendió en el proceso. "Si Robin tenía una idea, la llevaba a cabo"Hawke comienza recordando que a Williams y al director Peter Weir les costó ponerse en sintonía. Al futuro autor de Master and Commander, toparse con un huracán humano como Williams no debía parecerle ideal con vistas a un drama de época. "Robin era un genio de la comedia, pero por aquel entonces el drama aún era algo nuevo para él", señala. "Y ver aquella relación, en el mismo sitio (yo estaba metro y medio de distancia mientras ellos hablaban de interpretación), es algo que no puedes olvidar". Con el tiempo, continúa Hawke, actor y director encontraron un punto en común. "Robin Williams no repetía lo que estaba en el guion, y yo no sabía que eso se pudiera hacer", señala. "Si tenía una idea, la llevaba a cabo. No pedía permiso. Y aquella fue una nueva puerta que se abrió en mi cerebro, que se podían hacer cosas así".Mientras el joven Ethan Hawke descubría nuevos horizontes, Williams y el director se acostumbraba a los métodos de su estrella: "Ellos trabajaban de formas muy diferentes, pero no se juzgaban ni se resistían el uno al otro". "A Peter le gustaban [las improvisaciones de Williams] siempre que lográsemos los objetivos que marcaba el guion", precisa. "Ambos trabajaban el uno con el otro. Eso es emocionante: cuando te das cuenta de lo que puede hacer una gran colaboración", añade Hawke. "No tienes por qué ser igual, ni por qué odiar al otro por ser diferente a ti. Y, así, la imaginación colectiva puede volverse muy, muy poderosa, porque la película se hace más grande. En vez del punto de vista de una sola persona, contiene muchos". Gracias a esta suma de opuestos, El club de los poetas muertos fue un éxito que reactivó la carrera de Weir tras el batacazo de La costa de los mosquitos y consagró a Robin Williams como actor 'serio'. Ahora sabemos que Ethan Hawke tenía razones para exclamar ese "¡Oh, capitán, mi capitán!" que tantas lágrimas provocó en su día.