No se descubre nada si se afirma que comprar hoy entradas para un concierto de una primera figura del pop puede resultar una aventura con un desarrollo y un final muchas veces frustrante. Lo único que se sabe con certeza es el nombre del artista al que se va a ver y que uno se va a dejar los dedos actualizando información en su portátil. El precio final o las condiciones de la ubicación (de la que depende la visualización y la óptima llegada del sonido) no son siempre precisas. En los últimos años, el público ha protestado por la proliferación de plataformas no oficiales de reventa, que muchas veces acaban en estafas. Este mismo jueves, artistas ingleses como Coldplay, Dua Lipa o Radiohead instaron al primer ministro británico, Keir Starmer, a cumplir su promesa electoral de poner freno a estos sitios web “extorsivos y perniciosos”, entre los que citan a Viagogo o StubHub. Pero no siempre la reventa es ilícita: hace tiempo que Ticketmaster ofrece a sus usuarios la posibilidad de revender su entrada, como ocurre en los conciertos de Bad Bunny en España. Y esto ha derivado en una paradoja: aunque se anunció que las entradas estaban agotadas, todavía hay algunas a la venta.Seguir leyendo