Oda al almacén de bricolaje

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Después de la puerta del garaje , arreglé la de casa: lijar, rellenar con masilla de fibra de vidrio los agujeros que había hecho el óxido –esa metáfora del paso de los días–, y dos o tres manos de pintura verde carruaje. Al terminar, me miré al espejo: herido, despeinado, sudado y sucio y parecía que me hubieran atropellado y me hubieran sacado de los bajos de un camión. Recompongo las cosas de casa porque si no tendría que trabajar para pagar a otro, pero sobre todo porque me inspira remotamente una noción de realidad descabellada en la que el mundo tiene arreglo. De que la casa no se cae, de que los niños y la abuela no se hacen... Ver Más