Estamos ante una tormenta perfecta –necesidad de acción y bloqueo político– que afecta a la capacidad de defensa nacional, defensa como parte de nuestra seguridad, un bien común global prioritario y necesario para mantener la libertad, la democracia, la justicia, el estado de bienestar y nuestros valores constitucionales. No parece que contar con una defensa eficiente constituya una prioridad que supere o complique el objetivo del Gobierno de ocupar La Moncloa. Este menosprecio de la defensa es coherente con la falta de interés en reforzarla, tanto en el ámbito nacional como en el de nuestras dos alianzas fundamentales, la Unión Europea y la Alianza Atlántica, evitando el debate y utilizando medidas que justifiquen su postura, aunque resulten ineficientes e insuficientes. Esta coherencia gubernamental mantiene brechas de seguridad que se asumen con temeridad y frivolidad. En la OTAN , el Gobierno rompe la solidaridad y la unidad de acción con los aliados para aumentar el presupuesto de defensa y apuntalar su estructura resquebrajada ante la presión de los Estados Unidos de América y dice «sí, pero no» al compromiso de aumentar el porcentaje del PIB dedicado a defensa un 3,5 por ciento y un 1,5 el dedicado a seguridad. Justifica nuestro presidente su postura con un sofisma que da por buena la situación, cuando la OTAN y la UE dicen que lo que hacemos hoy y las capacidades que tenemos no son suficientes para defender Europa: «El despliegue de las Fuerzas Armadas españolas en el flanco este europeo y, por tanto, en la protección de Bulgaria, Rumania, Lituania, Estonia (...), afectados por el neoimperialismo de Putin, es la mejor prueba de que España es un país confiable desde el punto de vista de la Alianza Atlántica y desde el punto de vista de las capacidades». El argumento de la OTAN y de la UE de que las capacidades de hoy no son suficientes lo supera el presidente diciendo: «Tengo una discrepancia de fondo y es que creo que los compromisos de los aliados no se miden tanto en términos de PIB, sino en términos de capacidades y esas capacidades España las cumple en su totalidad». Contabilizar las capacidades de hoy como las capacidades futuras necesarias, y esconder la evidencia de que la importante red de seguridad que la OTAN y la UE nos proporcionan no es suficiente ante posibles cisnes negros de nuestro eje geoestratégico prioritario, el eje sur, no reduce las brechas en la seguridad nacional. Curiosamente, declara el presidente que «la realidad geopolítica está cambiando. Si Europa quiere ganar autonomía, tendremos que aumentar nuestro presupuesto en defensa y en seguridad». Reconocen desde La Moncloa que el entorno estratégico es exigente, que necesitamos autonomía estratégica, pero pretenden mantenernos en una situación de parálisis hasta el segundo semestre de 2027. La UE, preocupada por la «realidad geopolítica cambiante», pone en marcha su libro blanco de la defensa y su 'plan de rearme', al que cambia el nombre por el de 'plan de alistamiento 2030', que se centra en la reestructuración de la industria de defensa europea, algo necesario, pero no suficiente, y que establece sistemas de financiación y posibilidades fiscales que favorezcan el aumento de la inversión en defensa a través de los presupuestos de los países miembros. Desde el Gobierno se promociona a ciertas compañías que lógicamente optan por conseguir ayudas y contratos que mejoren su cuenta de resultados pero que colonizan y cautivan el planeamiento de la defensa, dejando fuera de esta promoción a la pequeña y mediana empresa, foco de las tecnologías emergentes y disruptivas que necesitan nuestras Fuerzas Armadas. Todo esto, proyectado a través de un improvisado 'Plan Industrial y Tecnológico para la Seguridad y la Defensa' que parece un elemento virtual, sin posibilidades prácticas de acometer la solución de las necesidades de nuestras Fuerzas Armadas en un momento de urgencia que combina las exigencias de la UE con el bloqueo que sufre nuestro Gobierno. La tormenta perfecta. La UE presenta el siguiente calendario: en los años 2026 y 2027, concesión de los préstamos del programa de 'alistamiento 2030» y de los proyectos de carácter conjunto; en los años 2028 y 2029, consolidación industrial y tecnológica en la UE, y en 2030, alcanzar la meta del alistamiento pleno de la defensa europea. Este calendario, ante el bloqueo del Gobierno y la falta de una estrategia definida, convierte al plan industrial y tecnológico para la seguridad y la defensa en un mecanismo de imagen y supervivencia que justifica el gasto, pero impide una inversión eficiente. La tormenta perfecta, una situación de bloqueo legislativo, sin presupuestos aprobados y sin una estrategia nacional ajustada a los desafíos urgentes de la situación geopolítica y una necesidad urgente de inversión inteligente. La brecha de seguridad que ya teníamos abierta se convierta en una peligrosa fractura que irá aumentando con el paso del tiempo. La urgencia aumenta y las soluciones no aparecen. Ante un Ejecutivo frívolo, temerario y sin ética política, pero coherente con su objetivo principal –sin presupuestos, sin capacidad de gobierno–, la defensa clama: Moncloa, tenemos un problema.