No imaginé que el cumpleaños de mi esposa sería el peor día del año. No estaba preparado para tamaña catástrofe. Era un sábado a principios de noviembre. Ella cumplía treinta y siete años. En vísperas de su aniversario, la llevé a una joyería y le regalé cuatro prendas de oro que ella eligió. Sería injusto acusarme de avaro. Las joyas costaron una fortuna. No podría decirse que mi esposa saboteó su cumpleaños porque no le regalé nada. En mi familia, tengo bien ganada fama de hacer buenos regalos, cómo podía entonces deshonrar esa reputación con mi esposa. La noche previa a su natalicio, ella anunció los planes para su cumpleaños: almorzaría conmigo y con nuestra hija adolescente, luego pasaría toda... Ver Más